Los astronautas han visto y fotografiado un precioso Planeta Azul y sus comentarios maravillados siempre se refieren a él de una desde un perspectiva humana y noble, como casa común y única. Parece que no se perciben desde esa altura las fronteras creadas por las clases poderosas que los nacionalismos radicales hoy defienden a muerte. La evolución del Covid 19 es un confirmación a pie de tierra, pero además nos subraya que la globalización de la economía mundial hace que el sistema capitalista internacional, a escala mundial, haya repartido el papel de cada cual por zonas o estados para mejorar su productividad y sus beneficios, de forma que la interdependencia sea hoy un hecho irreversible y de consecuencias concretas y precisas: si una pieza tiene dificultades el resto se resiente y en casos graves como el que nos ocupa todo se para bruscamente por falta de eslabones en la cadena. El capitalismo internacional, que ni tiene corazón ni es bondadoso, se ha desarrollado prácticamente sin control, rebajando a los poderes políticos a la gestión de lo secundario e irrelevante desde el punto de vista económico, los asuntos medioambientales planetarios como el calentamiento global y demás son otra consecuencia inherente a este sistema. El Covid 19 vuelve a recordarnos lo artificiales de las fronteras artificiales, que el mundo global es un hecho y que como raza humana para sobrevivir se necesita un enfoque global y cooperativo. El problema reside en que la ciudadanía cree que no tiene poder suficiente para construir un mundo armónico, cooperativo y solidario, y lo malo es que no parece que se pueda remediar a corto plazo, el uso del nacionalismo radical acaba protegiendo de forma ilusa los intereses de las fuerzas económicas locales que no lo son es el principal problema, así se constata en la lenta construcción europea, la aparición del brexit, las posiciones de EEUU y China...

Muchas personas pensamos que hay que reforzar el papel político de las instituciones internacionales para al menos establecer reglas del juego lo más justas posibles, con la idea de cohesionar el planeta desde el punto de vista social y humano, hoy por hoy una utopía pero justa.

El día después

La crisis del Covid19 pasará. El problema, como indicó el presidente del Gobierno de España, es qué nos vamos a dejar en esta crisis. La experiencia de la crisis reciente ha demostrado que una superación dirigida desde una perspectiva productivista a costa del empleo o de la calidad del mismo ha generado pobreza en amplias capas sociales; los recortes en el incipiente estado del bienestar han aumentado el riesgo de exclusión social; ha aumentado la desigualdad social consolidando un paro estructural muy grave. Un segundo golpe provocado por el Covid 19 puede ser el golpe de gracia para la cohesión social de nuestros barrios. Por parte del Gobierno se explica que nadie se quedará detrás, que el Estado hará todo lo necesario para que esto no ocurra y se dice que se activarán globalmente 200.000 millones de euros para afrontar lo que haga falta. A nivel europeo parece que no se va por al camino de la anterior crisis, el BCE está dispuesto a hacer «lo que haga falta» también para paliar los efectos económicos de la actual crisis y parece que la idea de inversiones masivas tipo plan Marshall empiezan a tener cuerpo. Para el día después se impone otra política de recuperación de la vida de los ciudadanos que no los machaque. Es el momento de recuperar el papel de la política frente a la dinámica incontrolada del mercado: devolver el poder a las instituciones democráticas, nacionales e internacionales su capacidad de reorientar las políticas en beneficio de las personas compatibles con una dinámica empresarial de mercado regulada.

La reconstrucción

El Covid 19 nos deja experiencias muy importantes, desde el punto de vista de la salud. Por ejemplo, vemos el daño que se hizo con los recortes a la Sanidad, abriendo además camino a la privada que por cierto no la veo a la vanguardia de la lucha, al quedar desbordada por esta crisis, difícilmente predecible es cierto, pero quedando en evidencia la falta de recursos y prevención de situaciones límite como ésta. Otro ejemplo: las residencias de ancianos han quedado más que en evidencia. Lo que era un run run social se ha visto corroborado en la actual situación y muchas de ellas no cumplen con los estándares mínimos para atender a nuestros veteranos. Por último, las consecuencias para las vecinas y vecinos de nuestros barrios que no saben si tendrán trabajo o no al terminar la crisis, el pequeño comercio que si no vende no come, los autónomos en general prácticamente en paro...

Aún no ha pasado la crisis del Covid 19, pero hay que pensar en la reconstrucción, bajo la dirección de las instituciones democráticas pensando en ganar cohesión social, no en dinamitarla, tomando medidas que faciliten soportar el bache para que todo vuelva a funcionar, impidiendo que algún sector se aproveche del momento para obtener ganancias inmorales controlando sus beneficios, impidiendo la destrucción del estado del bienestar, objetivo del neoliberalismo radical.

No se puede tolerar la sensación de desamparo que generó la crisis anterior a la vez que los buitres y los especuladores sacaron tajada. Y no es sólo tarea de las instituciones democráticas, sino que la sociedad debe reaccionar solidariamente. El movimiento vecinal puede aportar su red de entidades vecinales para echar una mano, para informar y atender a sus vecinos y vecinas. Ahí está el ofrecimiento, sólo falta que las instituciones recojan el guante para alcanzar programas de actuación conjunta en beneficio de nuestros barrios.