Esta mañana, de camino al hospital, he visto nacer el sol, y una sensación de tristeza, de honda tristeza, ha calado en mi interior. El recuerdo de nuestros compañeros Vicente (Médico SAMU) y Julio (Técnico Emergencias Sanitarias) ha empañado ese sol naciente, mi alma y ha ralentizado mi corazón.

La mañana en el servicio de urgencias no ha sido de las peores: hemos tenido tiempo para comentar los casos clínicos, tomar un café y comer un trocito de tarta que un paciente agradecido nos ha regalado, pero no hemos hablado de "lo de anteayer".

Lo de "anteayer por la tarde": las sirenas de ambulancias y bomberos, los policías, médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, administrativos, los pacientes y familiares a la puerta de urgencias. Las lágrimas, un minuto de silencio y sentidas palabras de recuerdo. No han pasado ni dos días del fallecimiento de dos compañeros sanitarios (dos más, entre cientos), y no hemos hablado de ello.

Al finalizar la mañana me he sentido mal, y he vuelto a casa, y sigo estando mal por no haber hablado de "lo de anteayer". Es como, si al no hablar de ello doliese menos, y evitar así que uno de nosotros fuese el siguiente en la lista de ése temido contagio que acabo con sus vidas y partió la de sus familias.

Pues he decidido que mañana voy a volver a hablar de "lo de anteayer", para que no quede en el olvido, para seguir haciendo visible que sigue muriendo gente, demasiada gente, buena gente: y entre ellos, compañeros sanitarios (y otros servidores públicos), que han estado en primera línea hasta que han caído, y creo honestamente que "alguien", y alguien con responsabilidad de gobierno (y no hablo de colores), les debería decir algo a sus familias y tienen la obligación de hacerlo porque así lo prometieron sobre la biblia o la constitución.

Decirle algo a sus padres, esposas, hijos y familiares, y también al resto de sus compañeros, para darles las gracias por lo menos y decirles que cuando pase toda ésta desgraciada crisis sanitaria y volvamos a la tan deseada normalidad, volverán a acordarse de Vicente y Julio, y de todos los que como ellos han muerto. Que "en su memoria" corregirán los errores que se han cometido, y quizás todavía se estén cometiendo, que reforzarán la SANIDAD en mayúsculas, ése derecho constitucional del que tanto se habla y tan poco se cuida, y que proveerán de los medios técnicos y equipamientos adecuados a sus profesionales, para poder ejercer con la mínima seguridad lo que mejor saben hacer: curar y cuidar, pero sin contagiarse ni morir en el intento.

Parece que el gobierno y la sociedad nos estemos acostumbrando al Coronavirus, que nos hemos customizado de Covid. Puede que nos estemos contagiando del virus atenuado de la frivolidad al hablar de la pandemia, y ya no reaccionamos cuando nos hablan casi con normalidad de curvas y picos de contagio, de muertes de sanitarios, policías, guardia civil, militares o servidores públicos, como simples víctimas colaterales de ésta guerra.

Nuestras vidas se han visto contaminadas por bailes del Covid, por fiestas y procesiones virtuales, por pasillos de honor y aplausos, que se difunden con ligereza por algunos medios de comunicación, y que en parte pueden justificarse por el rígido confinamiento que está guardando la ciudadanía, pero creo que deberíamos recordar más a menudo las cifras de contagios y muertes de profesionales de la salud, sin alarmismos pero tampoco sin minimizarlas: 20.000 contagiados por Covid19 que supone un 13.2% del total de los 152.446 pacientes positivos confirmados a fecha de ayer 8 de Abril.

Mañana voy a volver a hablar de "lo de anteayer", con mis compañeros y con la gente, a hablar para exigir responsabilidades a nuestros dirigentes (sin hablar de colores), y lo haré por todos los profesionales de la salud, pero sobre todo por vuestra memoria, Vicente y Julio, para que vuestras vidas y obras, no queden en el olvido.

Enrique S. Ballester Llopis

Médico de Urgencias del Hospital de La Ribera