Nací en 1960, era la postguerra, según algunas historiadoras casi peor que la guerra. Comencé a trabajar en una fábrica textil el día que cumplí los 14 años, porque antes no era legal, nunca olvidaré aquel día, una niña que apenas llegaba al pedal de una máquina de coser. Viví en la clandestinidad mi afiliación al sindicato CCOO PV, donde aún sigo afiliada, recuerdo mis primeras carreras pidiendo el estatut de autonomía en el Pais Valenciano, mis reuniones con la persiana bajada y el miedo que pasaba en aquellas reuniones clandestinas, entonces creo que no era consciente.

Lo que nunca olvidaré fue la muerte del dictador, la tengo en mi retina, oyendo un pequeño transistor que me llevaba a trabajar, y recuerdo la alegría y la esperanza de aquel esperado momento.

No pude votar en las primeras elecciones porque me faltaban unos meses para los 18 años, pero viví aquella etapa con mucha ilusión e incertidumbre. Pero sí vote la mayoría del PSOE con «aquel» Felipe González, e hice campaña contra la entrada de España en la OTAN.

Recuerdo como si fuera ahora el intento de golpe de Estado de 1981 el miedo, tan reciente la dictadura, aunque ahora no quiero opinar de cómo fue la salida a esta situación, lo que sí recuerdo era la manifestación tras ese intento de golpe de estado, las calles se llenaron de democracia y la población se unió ante un peligro constante, fuimos conscientes de que aquellos poderes fácticos que sustentaron la dictadura seguían estando presentes.

En 2001 el atentado de las torres gemelas sacudió el mundo entero. El terrorismo fundamentalista está en nuestras calles. También en España retumbó con fuerza y en 2004, los y las muertas eran también nuestras.

Viví las desgracias de los incendios, terremotos y tsunamis. Las desgracias que deja otro tipo de terrorismo, el terrorismo machista que siega la vida de miles de mujeres, y de otras miles que no son asesinadas, «viven» con el maltrato diario y la desesperación. Mi compromiso contra la violencia machista se ha convertido en una militancia de 24 horas al día.

Viví los cambios políticos con incertidumbre, y en los últimos años con un aumento de la derecha en muchas partes del mundo con mucha sorpresa y preocupación.

Pero todos estos hechos ocurridos en mis casi 60 años los he vivido alternando, ocio, gimnasia, baile, congresos, doctorado, trabajo, premios, alegrías y penas. Lo que nunca, nunca, nunca me hubiera imaginado vivir en pleno siglo XXI es una pandemia que iba a cambiar el rumbo del mundo. Una crisis sanitaria, económica y humana que parece sacada de un guión de una película de ciencia ficción.

A pesar de esta grave y triste situación, hemos podido ver la fortaleza del ser humano que es capaz de enfrentarse a estas situaciones tan difíciles, con gente anónima que presta su ayuda a personas de su comunidad, a grandes profesiones del ámbito público, sobre todo el personal sanitario, a personas que trabajan en supermercados, transporte, farmacia, limpieza€ A todas ellas, con las que estaremos eternamente en deuda, hoy es mi aplauso más fuerte y sincero.

También hemos visto la respuesta de la derecha y de la extrema derecha más rastrera y oportunista, en estos momentos de muerte y sufrimiento, esperando sacar rédito de tanto dolor. Pero estoy segura que de esta situación la democracia saldrá más reforzada y la apuesta por los servicios esenciales públicos será una realidad.

Pero mientras llega este momento y volvemos a la rutina, de momento lo que está en nuestras manos es este mensaje: #QuedateEnCasa.