Los científicos y sabios ya venían advirtiendo que la Tierra no era un recurso infinito, y adaptable a la forma de vida que hemos construido. El mismo Félix Rodríguez de la Fuente ya nos lo vaticinaba hace más de 40 años: "necesitamos que los políticos piensen en un futuro a largo plazo y en el bien común. No podemos construir un sistema socioeconómico cada vez más alto, pero también cada vez más frágil en la base". Ahora ya está aquí. La cuestión es si nos hará reaccionar. Yo no soy optimista porque nos avala la Historia. Quizá diseñemos un mundo mejor, como se intentó hacer tras la 2ªGM.

Mientras tanto, que no nos hagan cortinas de humo. Recordemos la solidez de las profesiones que están solucionando el problema. Hagamos oídos sordos a los que buscan rédito político o directamente personal con esta crisis. Porque siempre ha habido quién se ha enriquecido en el dolor y la crisis de los otros. Pongamos de nuevo al conocimiento y a la ciencia en su lugar. No celebremos nunca la ignorancia y la necedad, ni como seña de identidad, ni como objeto de entrenimiento.

En definitiva, pienso que esta crisis, como todas, está mostrando lo que traía cada uno de serie: el que era un imbécil, ahora lo es en grado máximo, y el que era buena gente, pues deja constancia de ello. Y es que el dar de comer a los monstruos de los que nos llegan vídeos y opiniones alimentados de la necedad y la desinformación traen propaganda, la de la barbarie. Y lees los post de ciertas personas y son deprimentes. Creo que no somos todavía EEUU, en donde durante años han alimentado el desprecio a la intelectualidad y la investigación como signo de identidad, auspiciados por su trastornado presidente. Y como apuntaba el otro día un artículo que leí, ya hay dos sociedades antagónicas allí. Ahora la mitad de su población debería despreciar a aquellos que les van a salvar la vida. Aquí afortunadamente, les hemos hecho héroes en justicia distributiva. Todavía queda algo de la vieja Europa que proyectamos. Pero la voz de la necedad es cada vez más alta. Un clamor que celebra la ignorancia, la brutalidad, el slogan fácil y extremo. Esos que critican ferozmente lo público mientras les salva la vida, aquellos que dicen que ya no hay libertad religiosa por prohibir las procesiones en tiempos de pandemia, o los que exigen algo parecido a un golpe de estado. Todos los que durante años se mofaron de la ciencia y ahora reclaman histéricos una vacuna. Alimentar a los monstruos es tan fácil. En tiempos de incertidumbre, los cerebros se llenan de respuestas fáciles, tramposas y consoladoras.

Entre tanto batiburrillo, me quedo con la generosidad desinteresada de tantos ciudadanos anónimos, las muestras de agradecimiento de la gente desde sus casas, la creatividad en estos momentos de confinamiento, con arte, música, humor; la ayuda y la imaginación para ayudar un poco cada uno desde su esfera. Esas pymes y grandes empresas que se ponen a cambiar su producción para sumar, esas bodas insospechadas en los balcones, esas fuerzas del estado agradeciendo cada tarde a los sanitarios y a la población. Es verdad que hay mezquinos ahora mismo y algunos, además, ostentan mucho poder. No vamos a nombrarlos porque todos sabemos quiénes son. Esos que buscan rédito y el beneficio en la muerte de los otros. También los vemos. Hay malos tan malos que resultarían inverosímiles en la ficción. Pero en general, la gente quiere ser bondadosa, quiere mejorar el mundo. Y estos días lo constatamos con claridad. Con esto, también quisiera hacer un reconocimiento a los trabajadores del ámbito social, la ciencia social si me permiten (trabajadores sociales, educadores, psicólogos, cuidadores, auxiliares, monitores, etc), que siguen atendiendo a tanta población que reside en todos los tipos de centros: albergues, casas de acogida, pisos tutelados y residencias. Desde niños, personas con discapacidad, personas sin hogar, mujeres víctimas de violencia de género, tercera edad, etc. Quedarse en casa, para muchos, es permanecer en una institución. Con eso me quedo.

* El autor también es presidente de la Ong HORMIGA DEL COSMOS