Cuarta semana de encierro, los muertos siguen aumentando, los enfermos también, y sobre todo, el miedo al contagio se ha confirmado como la principal preocupación de los ciudadanos, muchos se equipan de la forma más ocurrente, la carencia de mascarillas y guantes ha llevado a numerosas personas a construirse sus propios equipos de protección, con los materiales más insospechados y posiblemente de escasa o nula utilidad, han vuelto las bufandas, los pañuelos de cuello se suben para tapar la boca, y los guantes de coger la fruta en el supermercado se mantienen de forma permanente como escudo frente al contagio.

Una de las cosas sorprendentes que viene pasando en estos días es la cantidad de estudios y recomendaciones avaladas por entidades de escaso rigor científico y que obtienen, en algunos casos, conclusiones peregrinas de todo tipo. Entre las más llamativas se encuentran estudios referidos a la capacidad que tiene el virus de permanecer activo en distintas superficies. Dando listados de algunos productos que son especialmente acogedores para el virus y por tanto un foco activo de propagación. Estas referencias, junto con las mentiras elaboradas directamente para entretenerse o simplemente hacer daño están generando una sensación de pánico colectivo que tiene a toda una sociedad paralizada.

Por otro lado, si abrimos el gran angular, resultan curiosas fotografías en las que aparecen los canales de Venecia con aguas limpias y también imágenes de cielos despejados sin una mota de contaminación. A pesar de eso, o precisamente por eso, el bicho sigue causando estragos entre la población, mientras que beneficia al medio ambiente. Aquellos que todavía no han sido alcanzados por la desesperación no pueden evitar una sensación de perplejidad por lo paradójica que resulta la situación.

Las medidas impuestas de reclusión están teniendo resultados positivos sobre el conjunto de la población, pero se hacen cada vez más difíciles de asumir para algunos ciudadanos que llevan semanas sin pisar la calle y no tienen la más mínima idea acerca de cuándo volverán a hacerlo. Los niños, desde que les suspendieron las clases están encerrados en sus domicilios. Frente a la primera noticia de no tener cole que fue recibida con alborozo, echan de menos jugar con los amigos, hacer deporte y resulta cada vez más agobiante organizar las horas del día entre cuatro paredes que se empiezan a estrechar alrededor de sus ocupantes.

Por otro lado las personas mayores, responsables y preocupadas por su salud, siguen enclaustradas y no se atreven ni siquiera a ir al mercado, hay grupos de voluntarios que están haciendo esta labor, pero de forma insuficiente.

En general el estado de ánimo flaquea, las relaciones interpersonales, la vida social, la partida habitual, la cultura€, todo eso ha saltado por los aires y ha sido sustituido por un único programa televisivo que se emite en todas las cadenas, en el que se repite machaconamente la necesidad de quedarse en casa.