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Desde el siglo XX

Madrid no es las Españas, sólo es la capital de España

Martínez Almeida, alcalde de Madrid, ha adoptado una línea esencialmente institucional, alejada del disparate que protagoniza la presidenta de la comunidad, la políticamente analfabeta Díaz Ayuso. Conviene recordar que ambos gobiernan con el beneplácito de la extrema derecha de Vox. El alcalde madrileño ha manifestado que el presidente del Gobierno debería visitar la morgue del Palacio de Hielo y el hospital de Ifema. Al tiempo, el consejero de Hacienda de Ayuso asegura que la pandemia "demuestra que funciona la gestión de la sanidad privada". El consejero atiende por Javier Lasquetty; también dice que no negociará ayuda del Estado a cambio de subir impuestos. Ese ultraliberal no acepta, enfatiza, "chantajes". Esa es la línea argumental del PP, porque son las instituciones madrileñas las que hacen oposición al Gobierno de España. Pablo Casado, cada vez más apresado por su condición de engolado petrimetre, queda en tierra de nadie, suspirando para que el desastre en el que estamos sumidos se lleve a Pedro Sánchez por delante.

Veamos: ¿cuál es la razón por la que el presidente del Gobierno tiene que visitar Ifema y el Palacio de Hielo y no hacerlo con Igualada, el hospital de campaña de Valencia o Son Espases? ¿No debería también acudir a alguna de las residencias de ancianos de Madrid en las que el coronavirus ha devenido en casi un holocausto? Llegará la hora de exigir serias responsabilidades al Gobierno, que tendrá que responder sobre los múltiples errores cometidos; habrá que debatir las políticas económicas que exigirá la dramática reconstrucción. Todo ello pondrá al Gobierno en el lugar que corresponda, pero ¿cómo olvidar que durante más de dos décadas el PP jibarizó con entusiasmo la sanidad pública en Madrid hasta el extremo de conceder la gestión de residencias y hospitales a una empresa especializada en limpieza? ¿Cómo no recordar que en 2012 el Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy entró a saco con la tijera en la sanidad pública? Y, puestos a hacer inventario, hay que acordarse de que fue José María Aznar (que pasa la cuarentena en su segunda residencia en Marbella desde donde escribe un cínico y repugnante elogio fúnebre a Enrique Múgica cargado de rencor) quien transfirió la sanidad a las Comunidades Autónomas sin la necesaria dotación presupuestaria. Y es propio de un embustero desvergonzado que un cargo público de Madrid nos venga hoy a alabar la gestión privada de la sanidad. Uno de los mayores fiascos del PP.

La derecha sigue en sus trece de que las Españas empiezan y acaban en Madrid negándose a admitir que sólo es la capital de España, lo que, por cierto, ha llevado a cometer no pocos fallos de bulto en la gestión de la pandemia. Aznar en su segunda residencia es un nítido ejemplo de lo que no debería haber sucedido. Precisemos que no sólo ha sido el PP quien ha esquilmado la sanidad pública. Los nacionalistas catalanes de Convergencia, reconvertidos en furibundos gamberros independentistas de aluvión, no les han ido a la zaga. Artur Mas ha esqueletizado tanto o más que Esperanza Aguirre y sus delincuentes sucesores la sanidad pública catalana. Todo eso deberá ponerse sobre la mesa.

Aquí se tendrán que repartir muchas responsabilidades, aunque a quien ocupa la presidencia del Gobierno de España le incumba la primera y fundamental por razón de su cargo. Las cuentas se van a exigir a todos, y eso lo perciben claramente los medios madrileños proclives a la derecha, que han desencadenado una operación que no se para en barras encaminada a tratar de carbonizar al gobierno "social-comunista", para, de sus rescoldos, montar lo que llaman un ejecutivo "constitucionalista", de concentración, con PSOE, PP y Ciudadanos; por supuesto sin Sánchez e Iglesias. Para ellos Vox sí es constitucionalista; Podemos, no. Basta asomarse a sus editoriales y artículos para cerciorarse de qué es lo que pretenden, en síntesis, cargarse el resultado que dieron las elecciones y la posterior voluntad soberana expresada en la sesión de investidura por el Congreso de los Diputados. Proyecto muy constitucionalista. Muy parecido al que se intentó cuando las mentiras de Aznar abrieron las puertas a la victoria del PSOE en las elecciones de 2004. Por la herida sigue sangrando el despecho del PP.

España va a vérselas con una situación muy convulsa. La económica es anticipada por los expertos. La política e institucional abre una inmensa incógnita: es plausible que arrumbe con la actual plantilla de dirigentes, pero, además, dejará en situación precaria a las instituciones surgidas de la Constitución de 1978, incluida la Corona. Obsérvese lo que han hecho los reyes en ejercicio de Europa empezando por la británica Isabel II cuyas intervenciones son acogidas con el máximo respeto. Felipe VI ha aparecido una vez en televisión, acompañado de una estruendosa cacerolada. No estamos en 1931, pero habrá que reconocer paralelismos inquietantes para algunos.

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