Las medidas tomadas para hacer frente a una pandemia global, que no tienen parangón en los últimos tiempos, han modificado de manera radical nuestras costumbres y la manera de hacer las cosas, obligándonos a adaptarnos con rapidez a la situación y a las distintas decisiones que se han ido tomando por parte de las autoridades.

Como sociedad tenemos que reflexionar sobre muchos aspectos que se están produciendo y que nos pueden ayudar a salir reforzados de esta situación. La colaboración, el diálogo empático y la cooperación entre los distintos agentes se han revelado como una fórmula eficaz para afrontar los retos. Establecer los cauces para que esto continúe una vez pase la situación de alarma ayudará a tomar decisiones más acertadas.

Tendremos que afrontar las debilidades que la pandemia nos ha mostrado. Dejar la producción de productos estratégicos en terceros países sin tener asegurados suministros de seguridad no es una opción que nos podemos volver a permitir. Habrá que abordar de una manera decidida, buscando el consenso sobre servicios básicos como la sanidad, la educación, repensar el modelo económico que queremos o cómo apoyar a los más vulnerables para que nadie se quede en el camino.

Las consecuencias económicas que la pandemia y las medidas de confinamiento están teniendo sobre las familias, comercios, autónomos, empresas y cooperativas es el desafío más importante y urgente al que nos enfrentaremos y es aquí donde las entidades financieras y en especial las que practicamos una banca de proximidad tenemos que anticiparnos, apoyar a nuestros clientes y acompañarles en estos momentos para mitigar las consecuencias y agilizar la recuperación.

No sé cómo será el escenario post crisis, pero seguro será distintito. Podemos intuir que van a cambiar muchas cosas. Las tecnologías van a continuar ganando peso, la digitalización, el teletrabajo, la impresión 3D y el internet de las cosas van a dar un salto cualitativo, y todo esto debe ser acompañado por un uso ético de los datos y de las propias tecnologías.

El humanismo en las empresas, y todo lo que ello implica, debe ser un elemento central en las organizaciones de manera que cuando tomemos decisiones pensemos en cómo van a incidir sobre las personas a las que afecta más allá de los aspectos económicos. Esa visión, nos ayudará a dar un salto cualitativo y a impulsar los procesos de innovación. En este sentido, el modelo de empresa cooperativa, en el que la persona es el elemento central, parte con ventaja y en anteriores crisis se ha mostrado como un modelo más resiliente.

Las empresas tendremos que priorizar la escucha y el diálogo con los grupos de interés (la sociedad, los clientes, los proveedores, etc.), pues en gran medida nuestro desarrollo como empresa estará en el conocimiento y cercanía con ellos y con el entorno en el que realizamos nuestra actividad. Esta crisis nos ha demostrado lo importante que es la proximidad y el conocimiento del medio para poder tomar decisiones, sin perder de vista la perspectiva global pues estamos en un mundo globalizado donde decisiones o hechos que se producen en cualquier parte del mundo nos afectan.

La situación en la que estamos es un caso paradigmático de las consecuencias que tiene la globalización para las sociedades, nos demuestra cómo los hechos que se producen en cualquier parte del mundo nos afectan y cómo las experiencias, la colaboración y la solidaridad de los demás ayudan a superar las situaciones, todo esto acelerado por las tecnologías que nos permiten conocer inmediatamente lo que está pasando en cualquier parte del mundo.

Esta perspectiva global no nos tiene que hacer perder el enfoque local más cercano a la personas y al entorno en el que nos movemos. Es la actuación a nivel local y desde el conocimiento de lo más próximo lo que nos va a permitir aportar y tener resultados a nivel global. La intercooperación y las alianzas, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, son un elemento clave que permite operar a nivel global con esa visión local.

Un ejemplo claro es el de la AECR-Asociación Española de Cajas Rurales y el Banco Cooperativo Español. Una alianza que nos permite colaborar a 29 cooperativas de crédito españolas teniendo una visión global pero manteniendo la independencia y la vinculación de cada entidad con su territorio al mismo tiempo que permite que nos aprovechemos de economías de escala y alcance, así como de las experiencias y buenas prácticas que cada una realizamos en nuestro entorno.

Esto requiere empatía, compromiso, diálogo, altura de miras, pensar en el bien común y ceder algo de autonomía pero seguro que aporta una solución mejor que si se opta por el individualismo, el cierre de fronteras y el sálvese quien pueda.