Madrid es un género literario, decía Francisco Umbral. Lleva razón y buena muestra es la cantidad de canciones dedicadas a la capital del Estado: En las calles de Madrid, de Loquillo; Gran Vía, de Antonio Flores; Vuelvo a Madrid, de Ismael Serrano; La puerta de Alcalá, de Ana Belén y Víctor Manuel; Blues de Madrid, de Andrés Calamaro; Yo me bajo en Atocha, de Joaquín Sabina; Demonios en Madrid, de José Luis Perales€ Incontables letras, melodías e inspiración volcadas en esa urbe sin parangón. No sé si será injusticia poética, pero, lo bien cierto, es que Albacete o Tomelloso no tiene quien les escriba ni cante. Pero, ah, Madrid: todo es posible, laboratorio de musas, escritores, bohemios, okupas, asesinos en serie€

A los de Madrid se les conoce por el nombre de gatos. Su seña folclórica, chulapos y chulapas. El confinamiento ha dejado en evidencia que, para bemoles, los suyos. Si algo frustra a la tribu castiza es la ausencia de costa y chiringuito. El deseo y su respectiva carencia les anima a sitiar las playas en cuanto las pintan calva, como en Semana Santa, el estío o si el calendario marca un mísero puente de tres días. Llegan con su kit veraniego de garrafón: toalla, sombrilla de playa, cantimplora y el bocata de calamares. Permítanme una neura personal. Quien esto firma, servidor, es víctima de su adicción a la costa: esos yonkis del mar coartan mi espíritu sibarita. No se acostumbra uno, entiendanme, a chupar la cabeza de una noble cigala mientras, en la mesa contigua, el señor pecho lobo eructa y en su pelambrera caen migas de pan. De suerte que Madrid será un género literario, vale, pero esto es una simple guarrería. El menda es sencillo y pobre aunque también correcto y finolis.

Decía que el confinamiento nos trae a la costa valenciana este prototipo único en su género: el garrulo, la garrula. Si la mayoría de gente desvive ansiosa en su cuchitril cotidiano, el turista madrileño prefiere resistir en la terracita de su apartamento de la playa. Cómo llegaron, cuándo y cuáles fueron sus filigranas viajeras se ignora por el común de los mortales. Algunos se enfadan en tanto que consideran un ataque a la flora y fauna de secano, nada más lejos de nuestra intención. Se mire por donde se mire, no apreciamos semejante indisciplina social entre los turboletas (gentilicio de Teruel) o los tomelloseros (gentilicio de Tomelloso y fuerza a su ciudadanía, duramente atacada por la Covid-19). Nadie entienda desconsideración por mi parte a la metrópoli más célebre del país. Así ocurren las cosas y así se las contamos. En esta ocasión, pongamos que hablo de Madrid.