La virulencia de la pandemia que estamos sufriendo ha obligado a adoptar medidas que muchos no habíamos vivido hasta ahora (como el confinamiento y la restricción a la actividad económica) y que generan descomunales costes económicos, con estimaciones de caída del PIB mucho más intensas que las de la pasada crisis de 2008. Si bien la lista de lecciones que se sacarán de esta crisis estoy convencido que será larga, ya es posible intuir que muchas cosas van a cambiar a partir de ahora. En este contexto, comparto en esta tribuna algunas reflexiones sobre los aspectos económicos de la crisis del COVID-19.

Uno. La creciente globalización de las economías ha permitido el crecimiento del comercio mundial en beneficio de todos los países, ya que permite aprovechar las ventajas competitivas de cada uno de ellos. Esas ventajas se traducen en una fragmentación de las cadenas de producción, de forma que cada país se especializa en aquello que sabe hacer al menor coste. Pero en estas semanas se ha puesto de manifiesto el riesgo de esa globalización, que ha paralizado las cadenas de valor de millones de empresas por falta de suministros. Con esta experiencia es posible que muchas empresas interioricen lo que hasta ahora habían externalizado en otros países, y que todos se preocupen por disponer dentro de sus fronteras de los abastecimientos que hasta ahora importaban de terceros países.

Dos. El aumento de la distancia social necesaria para reducir la tasa de contagio ha obligado a aplicar férreas medidas para reducir drásticamente los desplazamientos de la población. En el caso de los trabajadores, el teletrabajo permite amortiguar, y mucho, el impacto económico de estas medidas, siempre y cuando las empresas estén preparadas para ello y los trabajadores posean conocimientos y habilidades para aprovechar las ventajas de trabajar a distancia. En el futuro, por tanto, las empresas tienen que cambiar su forma de organización e invertir en la tecnología necesaria para que el teletrabajo sea una realidad generalizada.

Tres. Aunque se han producido respuestas rápidas a la crisis económica para mantener el ingreso de las personas y la liquidez de las empresas (por ejemplo con avales públicos, ERTEs, etc.), trascurre demasiado tiempo entre la aprobación de las medidas y el momento en el que llegan los ingresos a los colectivos afectados. En muchos casos el motivo es que la Administración Pública no está preparada y por tanto no es ágil dando respuestas, en lo que influye la escasa implantación del teletrabajo. Es preocupante que haya funcionarios sin poder trabajar desde sus casas por falta de medios, máxime en estos momentos en los que más se necesita su colaboración. Por tanto, de cara al futuro, es necesario definir los protocolos y facilitar los medios para que el trabajo a distancia tenga mucha más penetración en las AA.PP.

Cuatro. La pandemia se ha cebado con las personas más mayores dependientes que viven en residencias. La altísima mortalidad en las residencias ha demostrado que son centros asistenciales y no sanitarios, lo que no encaja con la alta tasa de dependencia de muchos ancianos. En consecuencia, es necesario dotarlas de más medios sanitarios (materiales y de personal cualificado), lo que va a exigir cambiar la normativa que los regula.

Cinco. Sin datos fiables y rigurosos no es posible tomar medidas efectivas. Esta premisa elemental e indiscutible se aplica a la crisis sanitaria del coronavirus con mucha crudeza, ya que hay dudas sobre cuestiones tan importantes como el número de contagiados, fallecidos o test realizados, y se han reconocido fallos al respecto. Si la información no es fiable, las medidas que se toman (como el confinamiento o la restricción a actividades económicas) pueden no ser las adecuadas, agravando tanto la crisis sanitaria como la económica. Por tanto, en el futuro, es muy importante preocuparse por la recogida y tratamiento de la información desde el minuto cero.

Seis. En etapas de ciclo alcista es conveniente acumular colchones fiscales contracíclicos que puedan ser utilizados en años de crisis. Esta premisa no ha sido seguida por los gobiernos de España en los últimos años, en los que no se ha corregido el déficit estructural ni se ha reducido el endeudamiento. Mientras que el sector privado ha hecho los deberes (reduciendo su endeudamiento), no lo ha hecho el sector público. La reconstrucción se va a poner más cuesta arriba, por partir de un nivel de endeudamiento público elevado, lo que va a exigir mayor sacrificio en los próximos años.

Siete. Dentro del gasto público, hay parcelas que deben ser protegidas del ciclo económico, como la educación, la I+D y la sanidad. Estas variables constituyen fuentes de crecimiento de la productividad, y la sanidad es fundamental para que el sistema sanitario no colapse en situaciones de alarma como la que estamos viviendo estos días.

Con estas lecciones, intuyo que nos dirigimos a una economía menos globalizada, donde se van a producir cambios en las cadenas de valor para que sean menos dependientes de los suministros externos, donde la digitalización va a penetrar con más intensidad en las empresas y en las AA.PP. para aprovechar su enorme potencial, y donde el aumento de la distancia social va a afectar a las pautas de consumo de las personas, lo que influye en los modelos de negocio de las empresas. Y lo que es seguro es que en el futuro nos vamos a preocupar mucho más de que el sistema sanitario cuente con los medios necesarios para responder en tiempo y forma a estados de emergencia similares a los vividos con el coronavirus.