La situación de Estado de Alarma y confinamiento que estamos viviendo es un momento totalmente nuevo y, por tanto, histórico para la sociedad europea. Nunca antes en el primer mundo habíamos vivido una situación parecida a ésta, que nos ha obligado a cambiar nuestras rutinas más habituales para adaptarnos a un confinamiento masivo a causa de una pandemia. A la preocupante crisis sanitaria, todavía muy activa, se suma la crisis económica que nos llena de incertidumbre y nos provoca la sensación de que el mundo entero se ha quedado detenido por un confinamiento orientado ni más ni menos que a salvar vidas. En los últimos días, y de forma constante, se van publicando datos económicos que confirman esta crisis. Recesión en el consumo, aumento del desempleo, bloqueo de la industria... La Organización Mundial del Trabajo publicó hace unos días que solo en este trimestre se perderían casi un 7% de horas trabajadas, unos 200 millones de empleos en todo el mundo.

Junto con esta realidad, también han aflorado numerosas respuestas que nos han mostrado el lado humano de la economía, el que necesitamos volver a poner en el centro y activar para salir de ésta y que a mí personalmente me enciende una luz en este contexto tan complejo y cambiante.

Me detengo a pensar en nuestra actividad, la distribución comercial, y en nuestra esencia cooperativa, y veo el esfuerzo increíble que han hecho nuestros trabajadores por seguir prestando un servicio esencial -en las más duras circunstancias a las que jamás se habrán enfrentado- y me siento orgulloso de ellos. Veo aquí la importancia de poner en valor el lado humano de la economía, ellos han humanizado un acto de compra que se ha vuelto receloso, rápido, con miedo, y sonríen cada día con los ojos en medio de esta locura. Por eso, creo que las personas son las que mueven la economía, las que con su trabajo y motivación van a levantar de nuevo el país. Nuestros trabajadores, tanto de los supermercados, como de todas las centrales logísticas, así como el personal de sede, están dando lo mejor de sí mismos, en un momento de mucha tensión, con una pandemia desconocida y que afecta, de manera fulminante en los casos más severos, a la salud de las personas. Y, a pesar del exceso de información al que todos estamos sometidos, a pesar de la incertidumbre y la preocupación, han estado al pie del cañón desde el primer día, para subir la persiana con una profesionalidad absolutamente loable y que me llena de satisfacción. Esta realidad me demuestra que, en los momentos difíciles, y éste lo es, sin duda, es cuando se pone de manifiesto la calidad de las personas y su capacidad de darle la vuelta a la situación, de sacar al frente, como decía, el lado humano de la economía.

En Consum, como cooperativa de trabajadores y consumidores, la gestión tiene siempre claro dónde está el norte: las personas son, y siempre serán, la razón de ser de todas nuestras decisiones. Estos días hemos podido vivir que lo que nosotros hacemos y decimos no es una frase hecha, es nuestra cultura corporativa y así lo sienten nuestros trabajadores que lo han demostrado con una actitud de servicio humana, cálida, pendiente de los clientes, de nuestros mayores, de interés y colaboración con nuestros transportistas y proveedores, por ayudarles y hacerles más agradable esta extraordinaria situación de crisis causada por el coronavirus.

No tengo suficientes palabras para agradecer todo el esfuerzo y dedicación de nuestro personal porque, como el sector sanitario, las fuerzas y cuerpos de seguridad, bomberos, protección civil, fabricantes y proveedores, agricultores y ganaderos y tantos y tantos sectores esenciales que están ayudando a pasar esta crisis, son los verdaderos héroes y los que se merecen todos los aplausos y consideraciones. Sabemos que son momentos difíciles y de incertidumbre, por eso nuestro objetivo, con todas las medidas excepcionales que hemos tenido que tomar durante estas semanas, ha sido el de ayudar a la sociedad, protegiendo primero, siempre, a las personas, tanto trabajadores como clientes.

Todavía no sabemos qué nos depararán las próximas semanas, en un futuro a corto plazo. Pero de lo que estoy convencido es que esta solidaridad entre las personas y, a nivel empresarial que estamos viendo, esta humanización de la economía, no debería parar ni limitarse a estos momentos de crisis. La responsabilidad social que estamos viendo (y viviendo) en estas semanas, con empresas que se han volcado e, incluso, reconvertido, para elaborar material sanitario para donarlo a los hospitales, así como tantas y tantas iniciativas solidarias, individuales y anónimas, que estamos conociendo por los barrios de las diferentes ciudades de España (y del mundo), no debería parar. De hecho, creo que es a este tipo de sociedad a la que deberíamos tender y dirigirnos, sin perder el rumbo.