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Mi muñeco tiene coronavirus

Los ánimos están bajos. Un buen medidor son los mensajes que llegan al teléfono móvil de diferentes grupos: en el del colegio, por ejemplo, hace días que no mandan tutoriales para construir barcos con cartón ni iglús con cubitos de hielo. Ayer, por ejemplo, rebotaron un vídeo de "elchupete.com" en el que un grupo de niños describe a sus papás y mamás como agentes de tráfico, ilusionistas, profesores perdidos, monitores, bailarinas, coreógrafos desorientados, porteras, jueces de sillas tolerantes... Cualquier otro día este vídeo habría pasado desapercibido, pero después de un mes y medio sin salir en casa ese "sois enormes" a los padres pincha la vena sensiblona.

Después de desayunar y mientras preparábamos las tareas del cole, Selva pasó un rato jugando sola con un muñeco que dice que es su hijo. Se llama Hugo. En un momento dado apareció en el salón: "Mamá, necesito un pediatra para mi bebé. Tiene coronavirus". Entre juegos volvimos a hablar del dichoso virus, a tranquilizarla. Luego se olvidó del muñeco y del "bicho" y se puso a colorear letras y números. Mikel mientras tanto hizo de las suyas: movió un jarrón de cerámica, escondió un teléfono móvil en un cajón de la litera...

Antes de empezar la jornada laboral y como ya viene siendo costumbre hicimos deporte. Nos reímos mucho con Mikel, porque le ha dado por hacer una especie de sentadillas como las que haría un jugador de sumo, con las piernas muy abiertas y las manos en una posición extraña. Esto de practicar ejercicio nos lleva no más de veinte minutos cada día.

Luego hubo tiempo para cocinar (ayer, repollo), para los dibujos y también para correr unos minutos por la terraza. Por la tarde cumplí una vieja promesa que le tenía hecha a Selva: le enseñé a dar unas puntadas con hilo y aguja. No es que yo sea una maestra costurera ni de lejos, pero sí lo justo para que la peque aprenda a dar unos puntos rectos. Fue divertido, aunque breve. La segunda promesa que tengo hecha está aún sin cumplir: enseñarle los nombres de los océanos y ubicarlos en un mapamundi. Supongo que lo haremos este fin de semana, que también tenemos encomendada una manualidad de peces.

Por la noche nos asomamos a la ventana. Le pregunté a Selva si se lo estaba pasando bien estos días en casa. "¡Requetegenial!", respondió. Así que el aplauso por los padres, que hemos entendido que si nos quedamos dentro saldremos.

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