Muchos han sido los mensajes lanzados en las últimas semanas en un intento de mantener intacta nuestra moral ante la tragedia causada por el coronavirus. Bienvenidos sean, salvo cuando su propósito es servir de escotilla para escurrir el bulto a quienes no tomaron medidas a tiempo u optaron por malas decisiones.

Porque ha habido mucha demagogia y mucha hipocresía. Sin escrúpulos ante el dolor general, hay quien ha optado por intentar pasar de puntillas ante la tragedia. Lo que no se puede es estar permanentemente en el discurso de recordar y homenajear a nuestros mayores y luego tener que ver cómo mueren ahogados por falta de respiradores, de aire. Hablamos de una generación, además, machacada por la guerra y posguerra, personas que son nuestra memoria de sacrificio y que permitió cimentar el actual modelo político y social que disfrutamos. Hoy su historia es usada sin miramientos sin que exista una sola dimisión.

Ante el horror que nos rodea y aun asumiendo que nadie está preparado para semejante infierno, no puedo aceptar discursos que apelan al olvido momentáneo en pos de aunar esfuerzos, aplazando cualquier asunción inmediata de responsabilidades. No.

Me niego a contribuir a sostener esos discursos vacíos de humildad cuando la responsable de la Sanidad valenciana, Ana Barceló, afirmaba lo innecesario de cerrar centros de mayores un 8 de marzo, sospechándose ya que algo no iba bien. Y cuando al día siguiente, el alcalde de la capital, Joan Ribó, organizaba una paella con 2.000 mayores y demoraba otros cuatro días la clausura de los centros de mayores. Hasta entonces, 55.000 jubilados de la capital seguían sus actividades de yoga, baile, gimnasia, juegos, meriendas€ Y otro tanto sucedía en los centros de día. Más de cincuenta centros de mayores a pleno rendimiento durante días cuando la propagación de la pandemia era una realidad sospechada por muchos.

Asquean los intentos de evitar responsabilidades. No, nuestro sistema sanitario no era de la Champions League, lo es nuestro personal sanitario que, muchas veces sin medios, está librando una batalla sin cuartel desde hace semanas. Una Champions League no permite que el 20% de infectados lo sean de su propio personal sanitario. Una sanidad pionera es ante todo efectiva y aunque agradece la buena voluntad no puede sustentarse en buenas intenciones, requiere de recursos€

Mónica Oltra ha demostrado la prudencia que requería este drama, tal vez por instinto político, por humanidad o porque no esté dispuesta a hundirse en el barco del capitán Ribó y Barceló. Pero de esta tempestad no se sale con bonitas palabras.