En los usos y costumbres del campo valenciano no había contratos escritos. Bastaba la palabra dada. El compromiso y un apretón de manos. Comprador y vendedor se situaban en igualdad de derechos y obligaciones. Las dos partes cumplían. Sólo por causa excepcional se alteraban las condiciones. La responsabilidad permanecía ajustada a las nuevas circunstancias pactadas. Ni la distancia ni el tiempo eximían de llevar a buen término el valor de la palabra dada.

Diálogo

Los españoles no pueden comprender que en la actual crisis sanitaria del Covid-19 - el virus chino, según Donald Trump- todos los partidos políticos con opción de gobierno y sentido de Estado sean incapaces de llegar a un pacto para afrontar la mayor crisis, sanitaria y económica, que se plantea desde hace más de un siglo. Los sondeos indican que más del 90 % de la sociedad española desea un pacto entre las fuerzas políticas. Casi un 70% piensa que no será posible. Quien aparezca como culpable de hacer fracasar la iniciativa pagará la fiesta y será juzgado en las urnas. Un pacto es cesión, diálogo y condescendencia.

Pacto

Ni Plan Marshall ni Pactos de la Moncloa. Ante las dos expectativas que se han formulado por el presidente, Pedro Sánchez, para la salida de la crisis creada por el Covid-19, el primer error es la denominación de ambas propuestas. Los nombres no son todo, pero marcan un buen principio o el fracaso de las iniciativas. La denominación elegida para ambas es inadecuada y contraproducente. Si hay entente entre todos o bastantes partidos políticos para decidir y actuar conjuntamente, no sería adecuado llamarla Pacto de la Moncloa. Primero porque segundas partes nunca fueron buenas. En segundo lugar, el complejo de la Moncloa se identifica con la Presidencia del Gobierno que hoy preside Pedro Sánchez. Moncloa= Pedro Sánchez. Puede ser interpretado como el afán de apoderarse de un logro político, que se identificaría con la figura del líder del partido mayoritario en la coalición gobernante: PSOE- U.Podemos- Izquierda Unida. Vox ya ha anunciado su distanciamiento e incomparecencia para establecer un acuerdo de mínimos. Contar con mayoría cualificada hasta que la epidemia se haya encauzado en territorio español. Ciudadanos, con sus diez escaños, se ha desmarcado del PP. Su líder Inés Arrimadas se muestra proclive a suscribir el pacto. La palabra dada. El Partido Popular se reposiciona y parece dispuesto a ejercitar la palabra con el presidente, Pedro Sánchez. La excepcionalidad marca la prisa en llegar antes de que sea demasiado tarde. Los Pactos de la Moncloa, que deberán llamarse de otra forma - para evitar recelos y malentendidos- son necesarios para conseguir la recuperación al menor coste posible.

Plan

De cara a la Unión Europea el recuerdo del Plan Marshall no mueve al entusiasmo. La creación del Mercado Común Europeo, mediante la firma de los Tratados de Roma(1957) es la ejemplar respuesta del viejo continente ( excepto Gran Bretaña) a la inyección de fondos estadounidenses para reconstruir Europa en una década. Encerraban una dependencia de los países beneficiados para pagar a los EE.UU. su contribución bélica y en infraestructuras al ejército y a empresas de aquel país y para comprar productos que provenían de las fábricas norteamericanas. Los principales destinatarios de aquella ayuda, tampoco desinteresada, fueron Gran Bretaña, Francia y Alemania del Oeste. En la península Ibérica, únicamente Portugal recibió una ayuda simbólica de los USA.

Fiasco

La actual expectativa de pacto en la política española llegó precedida de la propuesta de Pedro Sánchez a la Unión Europea para promover la acción solidaria internacional. Y superar el descalabro económico para el Reino de España. La urgencia de los acontecimientos llevó al presidente del Gobierno a buscar un precedente. Proclamó a los cuatro vientos que se debía promover un «Plan Marshall» para superar la crisis mundial que ha provocado la pandemia. A mi generación la aportación de ayudas norteamericanas para la reconstrucción europea nos trae a la memoria un fiasco. España quedó fuera de esta aportación de los EE.UU. A cambio de las bases norteamericanas de Torrejón y Cádiz llegó la leche en polvo, las chocolatinas y el queso en barras. Quedó satíricamente reflejado en la película «Bienvenido Mr. Marshall» de Luis García Berlanga: de la expectativa a la decepción.

El Covid-19 puede dar un disgusto al presidente estadounidense Donald Trump. Marcó la diferencia al pronunciar su despótica sentencia: «Yo soy la autoridad». Perdió el envite frente a varios gobernadores norteamericanos (demócratas y republicanos) que le recordaron el texto constitucional. Ahora se dedica a buscar culpable de la pandemia. China tiene todos los números. El testimonio de una época irrepetible que va desde el Plan Marshall (1947) a los Pactos de la Moncloa (1977). El valor de la palabra en el compromiso. La importancia de respetarla. La informalidad es el mal del siglo XXI.