Otoño de 1977. Hacía escasos meses que España había celebrado sus primeras elecciones democráticas, tras una agónica dictadura. Adolfo Suárez, al frente de la UCD, salía elegido presidente de un Gobierno en minoría. Y, por si no lo recuerdan, el primer partido de la oposición era el PSOE, con Felipe González como Secretario General.

La transición comenzaba en una coyuntura económica, con una inflación súper disparada, era de una gravedad extrema. Se hacía patente la fuga de capitales de los últimos años del franquismo y golpeaba, muy duramente, la crisis del petróleo de 1973.

Es evidente que las coyunturas políticas, sociales y económicas no son idénticas a las del comienzo de la Transición.

Afortunadamente, pese a aptitudes abiertamente antipatrióticas, como las de Vox y, también, aquellas abiertamente insolidarias y anticonstitucionales, como las de una parte considerable del independentismo catalán o subgrupúsculos satélites como la CUP, la democracia española está plenamente asentada.

Hoy cuestiones que entonces preocupaban, como un sector minoritario de las Fuerzas Armadas y de seguridad del Estado han pasado a ser no solo firmemente democráticas, sino que además un pilar fundamental del Estado de Derecho y Bienestar. De hecho, se está demostrando con su valiosísima aportación a la lucha en primera línea junto al personal sanitario, transportistas, trabajadores y trabajadoras del comercio y otros sectores contra los efectos de coronavirus.

Con una previsión sobre la derivada económica de la pandemia, en la que el FMI augura un 8% de caída durante 2020 y una deuda pública que según algún pronóstico pasará del 115% del PIB, la economía y no solo mantener el Estado de Bienestar, sino ampliarlo, deja de ser una cuestión de Gobierno y pasa a ser una cuestión de Estado.

Es pues el momento en que los partidos políticos y sus líderes deben ser capaces de, sin olvidar discrepancias, críticas y diferencias ideológicas, alcanzar unos acuerdos concertados con las fuerzas sociales, tanto sindicales como empresariales, que permitan frenar la caída. Pero sobre todo: generar un efecto muelle que permita la salida de esta crisis en forma de V.

Por otra parte, las posiciones ideológicas de la derecha suelen ser endebles y abrazan con fe el Keynesianismo ante cualquier tipo de crisis económica.

Solo este acuerdo nos permitirá mayor contundencia frente a las tentaciones insolidarias de algunos países y estamentos de la Unión Europea. Porque el gran acuerdo nacional necesita, por otra parte, una decidida actuación de la Unión Europea, posiblemente mediante la combinación de movilizar un mecanismo europeo de estabilidad, con la emisión de Bonos Comunitarios mutualizados.

Desde los Ayuntamientos debemos de actuar, tanto para la necesaria atención social de las víctimas sociales de la pandemia como para la ayuda a los sectores productivos de nuestras ciudades que se están viendo afectados por la crisis. Pero a nadie se le escapa que la magnitud de esta crisis escapa y por mucho a la necesaria actuación municipal.

Por ello, es urgente que los ayuntamientos podamos disponer de nuestro propio superávit de 2019, de nuestros propios remanentes, para aplicarlos en aquellas cuestiones más regentes en el marco socioeconómico actual. Y por qué no, de una línea extraordinaria a Fondos Feder, que lleguen con agilidad y flexibilidad a las distintas administraciones locales.

Volviendo a aquel otoño del 77, cabría recordar a los más reticentes a sentarse a negociar pactos socioeconómicos que en Unidas Podemos hay comunistas como en aquel momento fue Santiago Carrillo, entonces secretario general del PCE, y uno de los principales impulsores del acuerdo. Como también había miembros del PNV y los nacionalistas catalanes, entonces Convergència i Unió.

Todas las formaciones firmaron estos pactos pero si Santiago Abascal es reticente a firmar pactos como los de 77 porque en su momento sirvieron para apuntalar la plena democracia, se puede remitir al Plan de Estabilidad de 1959, con un marco político de dictadura muy diferente a la actual.

Y que no se me olvide recordarle al Partido Popular, en aquel momento Alianza Popular, que firmó los pactos si bien exclusivamente en su parte económica, ya que el bloque político-social incluía cuestiones tan de extrema izquierda como la despenalización de los anticonceptivos, del adulterio y del entonces llamado amancebamiento.

Quienes tenemos memoria de lo que sucedió en aquellos años sabemos que lo que diferencia una coyuntura de otra es la voluntad de llegar a un acuerdo por la reconstrucción social y económica, que será un éxito del conjunto de las formaciones políticas y de todas las administraciones, gobierne quien gobierne. Los pactos están por encima de las siglas.