Se están publicando estos días estudios e informes que intentan establecer relación entre el tiempo, el clima y la expansión de la actual pandemia por la COVID-19. Se señala que un ambiente frío y húmedo sería más propicio para la expansión del virus que otro cálido y seco. No obstante, con solo esos parámetros no se explica de modo directo la evolución de los contagios a lo largo de marzo en Madrid, por ejemplo, con ambiente frío pero bajos niveles de humedad ambiental. O de Barcelona, con humedad más elevada pero menos frío; o en Andalucía con temperaturas más elevadas y, sin embargo, buen número de casos. Hay un elemento más importante que las condiciones ambientales y es el factor humano. El porcentaje de población mayor existente en los territorios o en ciudades concretas y la movilidad interna y externa registrada en ellos explica, en primera instancia, las cifras de afectados y muertes El factor ambiental complementa, en todo caso, este mapa inicial de la distribución de la pandemia en nuestro país. Por ello hay que ser muy prudente en los mensajes que se lancen sobre la relación entre tiempo atmosférico y pandemia. En mi opinión, una clave importante del reparto territorial de esta crisis sanitaria en el conjunto del territorio la otorgará el estudio de lo ocurrido en la segunda quincena de febrero, pero no sólo en materia atmosférica: viajes a Italia o desde Italia; viajes a y desde la zona cero de la pandemia en China, buen tiempo generalizado con alta actividad al aire libre. Todo ello derivó en el inicio de la curva ascendente registrado hasta el 14 de marzo. Y de ahí, la expansión mayoritaria de la segunda quincena de marzo. En definitiva, no hay razón única para explicar el porqué de la expansión de esta enfermedad. Y tampoco, el tiempo atmosférico puede determinar, como factor único, las medidas de desconfinamiento a tomar en los próximos días y semanas.