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Necesitamos más estanterías

Se han quedado patidifusos cuando me he presentado en el desayuno con cuatro ejemplares de los maravillosos Contes de s'Abu de Àngels Fermoselle dedicados, regalo de la autora, para celebrar Sant Jordi en condiciones. "¿Cómo han llegado? ¿Quién los ha traído?" Se han puesto a leer enseguida y a buscarles nombres a los protagonistas, porque les encanta tunear las historias y participar en su desarrollo. Llevamos toda la semana calentando motores para este día del libro con encerrona: los profesores nos han mandado enlaces con la historia del caballero y el dragón en tres idiomas, además de un cuentacuentos, la ludoteca a la que iban también nos ha enviado su fábula por vídeo, muchos amigos han remitido enlaces con relatos de todo tipo. "¿Ya has pensado que vas a hacer con tus libros?", me interrumpe ella mientras intento encender el ordenador que inexplicablemente se ha cerrado, tragándose una página a la que acababa de poner el punto final. ¿Con mis libros? Me comunica que considera que hay muchísimos libros míos en la casa, mientras que a ellos se les empieza a quedar pequeña su estantería. Su hermano corrobora la petición, alegando que sus enciclopedias de animales de gran tamaño no caben bien, lo que nos obliga a ubicarlas en horizontal, algo muy incómodo, en su opinión. Me sugiere que quite unos pocos para que puedan extender sus dominios hacia mi mermado espacio en el salón. Les cuento una de mis historias de amor favoritas, la de cuando estando embarazada me deshice de un par de centenares de volúmenes para dejar espacio a toda la literatura infantil que ahora les pertenece. "Los libros que me he quedado son vuestra herencia", les resumo en plan emotivo. "Igual te puedes comprar uno de esos como una tablet", me sugiere él, y hago oídos sordos porque no quiero acabar Sant Jordi lanzando fuego por la boca como un dragón.

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