En cualquier empeño humano, cuando algo sale mal, es natural pensar inmediatamente en quién lo hizo deficientemente, quién tiene la culpa. La experiencia nos muestra que a menudo esto empeora el problema. La persona o entidad incriminada, para exculparse, encuentra rápidamente a alguien más a quien culpar o con quien compartir la responsabilidad del fracaso. Con frecuencia se convierte en un infructuoso intercambio de acusaciones mutuas. Y mientras tanto€ el problema, la crisis, sigue creciendo aún más, porque nuestra ya de por sí limitada energía creativa se ha concentrado en la arremetida contra la otra parte y no en la acción para resolver el problema.

Durante la pandemia del nuevo coronavirus hemos visto todo tipo de reproches y acusaciones que incluyen, entre otros, dentro de cada país al gobierno, a la oposición, al comité de expertos€ Internacionalmente a China, a otros países, a la Unión Europea, y múltiples organismos internacionales€ con especial encarnizamiento con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En el caso de esta última, la crítica ha llegado más allá de las palabras. El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha tomado la decisión de suspender la aportación presupuestaria de EE. UU. a la OMS, bajo el pretexto de «su mala gestión y ocultación de la propagación del coronavirus».

La OMS, la agencia de Naciones Unidas especializada en temas de salud, tiene una naturaleza intergubernamental que le impide ser verdaderamente independiente de sus Estados miembros. Aún en ese contexto, ha jugado un rol clave sobre el que está pivotando la lucha contra el coronavirus. Hemos de recordar que ha estado a la vanguardia de la respuesta mundial a la COVID-19: desde la vigilancia de los acontecimientos y la presentación de informes diarios de situación hasta la orientación a los gobiernos y a la población general, incluyendo desde la higiene de las manos a la distancia física para evitar el contagio.

Existe asimismo un trabajo técnico catalizando el conocimiento y sinergia de expertos, que pasa en gran parte desapercibido. Ello incluye, por ejemplo, los ensayos clínicos que bajo el nombre de «Solidarity» prueban de la manera más ágil posible posibles vacunas y tratamientos para la COVID-19, ensayos en los que colaboran muchos países, entre otros el nuestro.

Por otra parte, y en relación a adquisiciones globales de productos necesarios, la OMS encabeza la denominada «Red de la Cadena de Suministro para la Pandemia» (PSCN, por sus siglas en inglés -Pandemic Supply Chain Network-), una red público-privada de colaboración para facilitar la adquisición de los productos esenciales de COVID-19 para más de 120 países. En el terreno de dispositivos médicos para el manejo clínico (incluyendo equipos invasivos y no invasivos), la OMS está continuamente revisando las especificaciones técnicas de los instrumentos médicos utilizados en las unidades de cuidados intensivos (UCI). Particularmente se fijan estándares de efectividad y seguridad para equipos respiratorios que sirven de guía fundamental para los desarrolladores y fabricantes. Y junto a todo lo anterior, sistematiza el listado de uso de emergencia para el diagnóstico in vitro (DIV) e insta a los fabricantes de DIV que hagan las pruebas necesarias de ensayos para determinar sensibilidad y especificidad. Por último, se alienta a los fabricantes a que se pongan en contacto con la OMS si tienen productos innovadores que podrían ayudar en la lucha contra COVID-19, con el objeto de apoyarles y de intentar que sean compartidos por toda la población que los necesite.

Lo arriba expuesto no es ni mucho menos una descripción exhaustiva de todas las aportaciones de la OMS, sino solo una muestra. De todas formas, no hay nada más cierto que la expresión latina « Errare humanum est » (que nos indica que errar es humano). La OMS no está exenta de esa naturaleza falible, y sus equivocaciones ni se pueden ni se deben ocultar. Seguramente en un futuro próximo todas las personas involucradas en la gestión de esta terrible pandemia (incluyendo los directivos de la OMS) deberán hacer autocrítica y reconocer errores que hayan cometido en diversos momentos, y habrá tiempo de examinar toda su actuación para aprender cómo hacerlo mejor. Pero en el momento actual, todos los dirigentes y personas responsables deberíamos repetir una consigna: "Concentrémonos en las soluciones". Debemos evitar que la situación se deteriore, con el resultado de que surjan dificultades adicionales. Y recordemos que si elimináramos a la OMS€ tendríamos que inventarnos otro organismo equivalente que ejerciera las mismas funciones, dado que vivimos en un mundo globalizado en el que no cabe duda que existen amenazas para todo el orbe que deben ser afrontadas de forma coordinada.

Afortunadamente en el mundo han surgido iniciativas maravillosas que compensan con creces los sinsabores de otras reacciones iracundas. Hablamos de propuestas de países como Noruega, o la propia China (entre otros) que han ofrecido cubrir parte del déficit que queda por la falta de aportación de fondos de US. Hablamos de la Fundación Bill & Mellinda Gates que tanto está haciendo por la salud en el mundo. Y hablamos de la iniciativa "One World: Together at Home" convocada por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) y la ONG Global Citizen junto a cantantes y actores como Lady Gaga, involucrando a los mejores cantantes del momento en el mundo, para recaudar dinero que se destinará al personal médico que lucha contra el nuevo coronavirus.

En definitiva, después de los momentos de desconcierto ante la priorización de reproches en lugar de acciones, iniciativas mencionadas son fuente de inspiración. Evitemos convertirnos en individuos que disfrutan más encontrando un culpable que encontrando una solución. Y es que en una gran crisis o tragedia, es cuando las personas (líderes, profesionales, familiares, amigos, o conciudadanos) deben ayudarse mutuamente, cuando la sinergia y el afecto más profundo puede y debe prevalecer.