Los reflejos en situaciones de crisis son vitales. En distintas áreas y disciplinas, ya sean científicas, educativas o deportivas destacan la importancia y los beneficios de tener reflejos. Pueden decantar la balanza hacia un lado u otro. Tener o no tener reflejos puede ser decisivo para proteger nuestro organismo de estímulos dañinos, para diagnosticar patologías, para reaccionar ante adversidades y, sobre todo, para aprender.

En política, los reflejos son fundamentales. Sinónimo de inteligencia y lucidez. Una de las acepciones de la RAE define «reflejo» como «capacidad que tiene alguien para reaccionar rápida y eficazmente ante algo». Aspecto crucial para afrontar la crisis que está provocando el Covid-19.

Llevamos más de un mes confinados, más de un mes con cientos de fallecidos diarios (algunos de ellos, familiares, amigos y conocidos) y más de un mes con los negocios de la ciudad de Valencia cerrados, salvo las conocidas excepciones.

A pesar de ello, en el Cap i Casal no se ha pegado un golpe de timón para afrontar con garra el negro panorama que pinta el Fondo Monetario Internacional. Valencia es demasiado importante para la Comunitat y para España como para que se quede atrás. No puede ni debe hacerlo porque ello implica condenar a miles de ciudadanos a una mayor precariedad económica y social. Por eso, urgen reflejos, ambición, escucha activa y liderazgo para luchar en esta guerra.

No quisiera pensar que el principal responsable político de esta ciudad permanece «escondido» de forma intencionada para no ser la cara visible de esta crisis. Contrasta bastante este perfil bajo con algunos alcaldes y alcaldesas de España que lideran las jornadas en primera línea de batalla. Pero yo, bienintencionada, prefiero pensar que es falta de reflejos. No obstante, tanto una posibilidad como la otra me resultan reprochables. La primera por cobardía; la segunda, por incapacidad. Ambas por falta de liderazgo.

Hay un arma que está únicamente en manos de los dirigentes del Ayuntamiento de Valencia. Una medida que no depende ni de «papá Estado» ni de la solidaridad de Europa. Esa medida tiene nombre y apellidos: bajar impuestos. Lo pedí a finales de marzo en este mismo periódico y no me cansaré de repetirlo porque estoy convencida de que es la política más directa y rápida para aliviar la presión fiscal de todos los vecinos. Muchos de ellos en paro, otros en un ERTE y la mayoría instalados en la incertidumbre.

Implantar un programa potente de reactivación económica y local con bonificaciones y planes de empleo, construir una red asistencial para las familias más necesitadas con especial atención a la infancia, proteger la primera línea de batalla con EPIs y test, exigir éstos últimos para toda la población€ Estas son algunas de las medidas que Valencia debería estar liderando y que no está haciendo. Otros ya han empezado. Madrid baja impuestos; Benidorm, Alicante y Zaragoza compran pruebas para sus servidores públicos.

Por ello, insisto: Valencia no se puede quedar atrás. Liderazgo y ambición. Pensemos globalmente y actuemos localmente. No esperemos al rescate del Gobierno y de Europa. Esa batalla se tardará en ganar. Tomemos las medidas que están en nuestras manos y no perdamos ni un minuto. Avancemos posiciones como ciudad. Es la mejor estrategia en esta guerra. Hay que estar preparados para encabezar la salida cuando se controle la pandemia.

A lo largo de la historia, Valencia ha superado dificultades con ambición, valentía y liderazgo. En el pasado, alcaldes de esta ciudad aunaron voluntades para alcanzar importantes logros. El Marqués de Campo consiguió la llegada de la tercera línea de ferrocarril en España; José Sanchis Bergón impulsó la creación de la Asociación Valenciana de Caridad y Tomás Trénor Azcárraga lideró la ciudad en los meses siguientes a la Riada del 57.

Estos y muchos otros referentes más cercanos dan testimonio de la relevancia y liderazgo de esta ciudad que siempre ha sabido sobreponerse. Se levantó en el siglo XIV tras superar otra gran pandemia y lo hizo para ser líder y referente cultural y político en Europa. La historia de esta ciudad es la de la superación de mujeres y hombres de raza que la han capitaneado sin miedo a sufrir heridas.

Por ello, la gestión de la res pública será uno de los aprendizajes de esta crisis. Los ciudadanos valorarán más la capacidad resolutiva de los responsables públicos, su competencia para reaccionar ante los retos, su lucidez para comprender las alertas. Su rapidez de reflejos. El relato y la propaganda es una cosa, gestionar otra.

En este mundo descomunal hemos sentido más que nunca nuestra fragilidad. Aprendamos todos de los errores y tomemos como brújula el civismo y la solidaridad de los millones de españoles confinados desde hace un mes en sus casas. Esa es la gran lección que nos dejará la «Lucha de Gigantes» de nuestra generación.