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Cuidar a las que cuidan

En el Año Internacional de la Enfermería, la profesión, aún mayoritariamente femenina, afronta el gran reto del Covid-19

Hace unos días, a las puertas de un hospital estadounidense, una enfermera se plantaba frente a una cámara de televisión para hablar de la escasez de personal y de equipamiento para hacer frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus: "Este es el Año Internacional de las Enfermeras y las Matronas, jamás pensamos que lo celebraríamos así". Con el planeta asolado por la pandemia, la conmemoración que la Organización Mundial de la Salud acordó la pasada primavera parece una broma macabra. 2020 va a ser un año tristemente heroico para la enfermería y para el resto de los profesionales de la sanidad. Los aplausos y los homenajes cívicos no alcanzarán, ni de lejos, a recompensar su esfuerzo.

En España, la Organización Colegial de Enfermería ha estimado, encuestando a sus miembros, que casi un tercio de las enfermeras y enfermeros se han contagiado de coronavirus, unos 70.000 en total, y la inmensa mayoría lo ha hecho en su puesto de trabajo. El Ministerio de Sanidad rebaja la cifra y registra en torno a 25.000 sanitarios infectados, médicos, enfermeras y auxiliares. Entre ellos hay varias decenas de víctimas mortales. Todos están teniendo una notoriedad de la que no son muy amigos.

Cuando Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna, empezó a ser conocida por su trabajo con los heridos en la guerra de Crimea, al regresar a su casa, cambiarse su nombre, por el más anónimo de Miss Smith y dedicó el resto de su vida a viajar a lugares donde era una desconocida. La vocación de las enfermeras no es la fama ni el heroísmo, sino el cuidado. Es esa la cualidad por la que, no ahora sino desde hace tiempo, piden que se las valore.

"En estos días nos aplauden en los balcones y nos llaman héroes, pero no somos héroes", escribía hace unos días una enfermera valenciana, Begoña Seguí: "También queremos que nos cuiden" y "no queremos seguir siendo una profesión resiliente".

El de la sanidad es, por mucho que ahora se nos llene la boca con alabanzas, uno de los sectores profesionales más expuestos a la violencia. A principios de este año, cuando aún reinaba la "normalidad", Redacción Médica publicaba que en España cada dos días un médico o un enfermero era víctima de una agresión, física o verbalmente. Aún ahora, cuando es más evidente que nunca que tienen su vida en nuestras manos, continúan en la diana.

Ha tenido que venir el caos a poner orden y mostrar lo que es esencial y lo que no lo es tanto -o incluso, no lo es en absoluto-. La salud va primero, y los que velan por ella, por delante de todo. Las enfermeras y los enfermeros han acompañado a los pacientes que estos días se despiden de la vida huérfanos de sus familias y han sido quienes han hecho entrar algo de calor humano en las unidades de cuidados intensivos y las habitaciones de aislamiento. Su humanidad traspasa las mascarillas y las capas y capas de protección con los que se protegen del contagio. De los cuidados médicos, ni hablamos.

En medio del tsunami sanitario, los profesionales de la enfermería, y en general todos los que trabajan en la salud, se han mantenido en pie, sacudidos, ellos como los demás, por el miedo. Está bien aplaudirlos ahora pero, de una vez por todas, hay que empezar a cuidarlos.

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