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Color esperanza

Todos estamos pasando unos días de confinamiento, el mío, como casi todos sabéis, sobre ruedas. Ismael Serrano y Rozalen en una espectacular versión para los veinte años de la carrera del artista, cantan aquello de «si se callase el ruido oirías la lluvia caer...». Sin embargo, parece que a pesar del silencio y espacio para la reflexión que nos invade y nos embarga, el ruido no cesa. Lástima.

Hace un poquito más de un año, cuando me embarqué en este desafío político como diputada a Corts, ni siquiera podía imaginar todo lo vivido en los pocos meses transcurridos desde las elecciones. Como portavoz de la comisión de Servicios Sociales del grupo parlamentario socialista he tenido el honor de recorrer «el nostre territori» desde lugares tan dispares como Sinarcas u Ontinyent hasta aquellos lugares de mi provincia como Guardamar o Novelda, y de mi propia comarca, Mutxamel, Sant Joan o Sant Vicent, por poner tan solo algunos ejemplos. Además, como responsable parlamentaria me he reunido con los concejales de gobierno u oposición del partido socialista allí donde se ha requerido mi presencia, siempre tratando de conocer de primera mano las necesidades de cada uno de los municipios de mi provincia y, en ocasiones, del resto de la Comunidad Valenciana.

En cada una de esas visitas he tratado de aprender o redescubrir desde otro punto de vista el tejido social y asociativo de cada una de esas poblaciones para trasladar a quienes nos representan en el Ejecutivo autonómico todas aquellas inquietudes de diferentes sensibilidades, las que deben contribuir a mejorar la vida de las personas. Pues eso es la política o así la entendemos los socialistas, tengamos o no carnet.

Cuando hace unas semanas, pocas pero que parecen eternas, se activó la alerta sanitaria tuvimos que reinventar nuestra tarea al no poder hacer acto de presencia multitudinaria en el parlamento valenciano, para poder seguir representando a los ciudadanos. Para interesarnos por sus agravados problemas y tratando de mediar con el Ejecutivo para tratar de solventarlos lo mejor y lo más rápido posible. E hicimos exactamente lo mismo de los meses anteriores ahora desde nuestro domicilio la mayor parte de las veces, usando las benditas tecnologías, pues, créanlo, no hay tiempo para aburrirse, sobre todo cuando trabajas por lo que crees.

Si algo ha puesto de manifiesto esta terrible contingencia sanitaria y social, luego vendrá la económica, es la necesidad de incluir una protección integral a las personas más vulnerables, además de la importancia y puesta en valor de los servicios públicos donde la sanidad, la educación y los servicios sociales deberían continuar siendo los pilares fundamentales del estado de bienestar.

En estos momentos de aflicción, me gustaría recordar, también, a los «otros confinamientos», los permanentes, los que sufren aquellas personas que de forma habitual no pueden salir de sus casas, pero no ahora por el maldito virus, sino siempre a causa de las barreras físicas u otros inconvenientes de diversa índole que a muchos los mantiene enclaustrados en sus domicilios.

Como Noah, muchacha afectada por siete enfermedades de las llamadas raras, que reivindicaba en redes sociales la importancia de la investigación en este ámbito para mejorar la calidad de vida de muchas personas como ella, como nosotras, y darle un grado más de esperanza aunque Noah nunca la pierda. Ella, seguidora de Joaquín Sabina donde las haya, entiende que con trabajo, esfuerzo y una dosis de buen ánimo, todos seguiremos adelante y encontraremos soluciones. Tenemos, en fin, que pintarnos la cara «color esperanza» como repite la canción. Noah, como ves, hoy el diario habla de ti y, de paso, de todas aquellas personas vulnerables que necesitan, que necesitamos, el apoyo decidido de un gobierno presidido por un socialista, por Ximo Puig, que no va a dejar a nadie atrás. A nadie.

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