E l trayecto hacia esa nueva normalidad que asusta a cualquiera comenzaba el fin de semana pasado con la celebrada salida de los niños y el anuncio del plan de desescalada para el martes. Llegar a los 40 días con sus 40 noches de confinamiento, un desierto para unos, un festival de rock casero para otros, ha supuesto también un punto de inflexión televisivo.

Al comienzo del encierro, las comparecencias del presidente del Gobierno y las del comité de gestión de la crisis sanitaria despertaban gran expectación. Nunca se había consumido tanta televisión en España. Todos los programas se volcaban en informar y opinar sobre la pandemia, se cambiaban escaletas y desaparecían secciones frívolas. Apenas sobrevivían, valga la redundancia, los «Supervivientes» en Honduras, una vía de escape del virus que nos asedia en la calle y en el sofá a través de todo tipo de pantallas.

Sin embargo, como dicen, todo lo que sube, baja.

Las cifras de audiencia de todo lo que tiene que ver con la covid19 han ido cayendo poco a poco, como la intensidad de los aplausos en los balcones, y el sábado pasado muchísimos más compatriotas estaban interesados en el «Deluxe» que en el seguimiento del estado de alarma. El estrambótico caso de una infidelidad, con el agravamiento de incumplimiento manifiesto de las medidas de distanciamiento social, arrollaba la programación de Telecinco y llegaba a miles de objetores de esta cadena gracias a las más todavía estrafalarias supuestas implicaciones políticas del affaire.

El enrarecido ambiente de enfrentamiento entre los dos bandos de siempre obró la magia de que llegáramos a escuchar que el lío había sido promovido por la Moncloa como cortina de humo - sí, como aquella película de los noventa- para no hablar de los muertos por coronavirus. Lo decía el mismo que había publicado el vídeo motivo del escándalo en su canal de YouTube, uno que se presenta pidiendo dinero con una cuenta corriente como en las invitaciones de boda.

Por si milagrosamente han conseguido no verlas, en esas imágenes una mujer semidesnuda atraviesa el fondo de la habitación durante una videollamada de un periodista alistado en uno de los frentes. El galán no quiere hablar de su vida privada aunque se pasa jornadas de programa en programa en los mismos platós que la despechada exprometida, quien no es otra que una exconcursante de «Gran Hermano» a la que acaba de hacer un gran favor, laboralmente hablando en este 1 de mayo. Por si no había suficiente miga en el guion, la nueva pareja es reportera de uno de los espacios de Mediaset dedicado a los cotilleos.

Resultados: No veía tanta gente el «Sábado Deluxe» desde 2013, con el regreso de la princesa del pueblo. Casi triplicó en número de espectadores a «La Sexta Noche». Todos los magacines de Telecinco han visto subir sus índices de audiencia y «Sálvame» ha llegado al primer puesto de programas más vistos del día pasando por encima de los de prime time. La deriva política del escándalo llevó al alegato anticonsignas de la extrema derecha de su presentador, dueño y señor del espacio de «rojos y maricones», al más puro estilo de esa implacable maquinaria de hacer entretenimiento que es La Fábrica de la Tele. Su comportamiento fue aplaudido en rueda de prensa por el portavoz de un partido en el Congreso. Conclusión: No solo de virus vive el personal, pero en ejercicio de protesta por el hastío que me provocan algunos de los protagonistas del relato, no aparecerá hoy ningún nombre destacado en negrita.