La irrupción del coronavirus ha mostrado al mundo entero nuestra incapacidad para prevenir pandemias. Prevenir es anticipar los eventos futuros para ordenar nuestros asuntos presentes de acuerdo con esas apreciaciones. Tiene una base científica y por consiguiente está condicionada a los cambios que se van produciendo en la sociedad.

En eso la prevención se diferencia de las profecías históricas, que antiguamente predecían eventos, pero sin ninguna base científica que lo apoyara.

En la transformación del Homo sapiens en agricultor-recolector y a medida que fue domesticando animales, empezaron a producirse los problemas de zoonosis. Todos recordamos las famosas pestes que asolaron Europa durante muchos siglos. Es evidente que se ha avanzado mucho para evitar las pandemias, pero también hemos visto ahora (masificación de las UCI en hospitales, falta de equipamiento del personal sanitario frente a los virus, falta de protocolos de intervención€) que habíamos dado por hecho que no hacía falta prepararnos frente a estas.

De repente hemos pasado a una situación maniqueísta del todo o nada. Para evitar la pandemia hemos eliminado por decreto y de un plumazo los derechos constitucionales, los principios de la libre circulación en el territorio Schengen y como colofón se ha ordenado el cierre de todas las actividades económicas no esenciales. ¡Lo que Goytisolo llamó paisajes después de la batalla!

Han pasado ya dos meses y la verdad desagradable empieza a asomar. El estado cada vez tiene menos recursos y más gastos. Recauda menos y se embarca en la concesión de una renta mínima para millones de personas. No soy economista, pero el escritor Charles Dickens decía que uno es pobre cuando se gasta un penique más de lo que tiene. No quiero ni pensar de cuántos billones de peniques estamos hablando.

Comento esto porque es evidente para mí que España no se puede permitir el lujo de seguir cerrada (incluso con la ayuda de la UE), por nuestra dependencia estructural del sector servicios (turismo) y con millones de personas a punto de entrar en el paro.

Me alarma seguir escuchando voces que nos piden mantener esta situación hasta principios del año próximo o más. Ad Calendas griegas! Hemos encontrado el remedio contra el coronavirus paralizando nuestras vidas. Volviendo a ser ahora ermitaños domésticos. Como si el vivir no supusiera para todos asumir riesgos. Como si este virus fuera la única causa posible de nuestra defunción.

Y estamos hablando de una pandemia que requiere sobre todo hábitos de higiene sencillos y básicos: lavarse las manos, llevar una mascarilla, no saludarse, desinfectar ropa, €etc. El ABC de los principios de la civilización occidental. Si esto es así ¿qué haremos cuando las pandemias sean mas agresivas?

Constato que el remedio que se nos ofrece puede ser peor que la enfermedad que queremos curar. Un salvavidas con plomo.