Dice el refrán popular que «nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena». Desde que estalló el trueno imprevisto de la actual pandemia los españoles nos hemos percatado de al menos dos cosas: de la fragilidad de nuestra vida diaria a la que creíamos a salvo de riesgos imprevistos, y de la importancia de la ciencia y la empresa para proteger nuestras vidas y mantener nuestro nivel de bienestar social. Ahora sí nos acordamos de que no otorgamos a la ciencia ni a la empresa la atención que merecen y la importancia que tienen. Lo inmediato y urgente suele desplazar a lo importante y las últimas semanas han hecho tiritar nuestras conciencias.

Contar con un sistema científico potente y competitivo internacionalmente no sólo es un motor de generación y aplicación del conocimiento sino que constituye el mejor instrumento para analizar y gestionar los riesgos potenciales de la humanidad. Pero también contar con empresas (empresarios + directivos + trabajadores) eficientes y competitivas permite defender la actividad de la que depende nuestro nivel de vida. Todas las grandes naciones cuentan con estos dos motores de propulsión, mucho más potentes y fiables a la larga que la fortuna de contar con el acceso a los recursos naturales.

Muchas instituciones venían advirtiendo de la necesidad de impulsar el sistema de ciencia, tecnología y empresa en España, no sólo para recuperar la trayectoria ascendente de la etapa previa a la crisis financiera de 2009-2013, sino para dar un verdadero salto hacia adelante que situara a España -en diez años- a la altura de la media de los países de nuestro entorno. Si se ha hecho con el deporte, ¿por qué no hacerlo en algo mucho más importante como el nivel de su ciencia y su emprendimiento?

Entre estas instituciones, la Fundación Premios Rei Jaume I ha venido advirtiendo en las declaraciones anuales de sus jurados internacionales -entre los que ya han participado en los últimos 31 años más de 60 Premios Nobel- sobre las grandes amenazas a las que se enfrenta la humanidad: la energía, el agua, los incendios forestales, el cambio climático, la igualdad de género, la pobreza y el hambre, el terrorismo, el reciclaje, el mecenazgo y la educación hasta llegar a la salud de los océanos en 2019. Quisiera destacar que la declaración de 2010 se refirió a la importancia de las vacunas y del riesgo de que un «descenso de las tasas de vacunación hace temer la reaparición de pandemias infecciosas. A menos que la sociedad recupere la confianza en la vacunación, puede surgir un peligro potencialmente serio para la salud».

En junio de 2018, en el 30º aniversario de los premios, jurados y galardonados hicieron público un Manifiesto por la ciencia, la innovación y el emprendimiento que pueden leer en su integridad (dos folios y medio) en nuestra página web (http://www.fprj.es/es/comunicacion/manifiesto/). Vale la pena reproducir un extracto del mismo que el trueno de la actual pandemia nos ha hecho recordar y lamentar, de nuevo, que cayera en saco roto.

«€consideramos necesario e inaplazable:

1) Alcanzar un pacto de Estado por la Ciencia entre los políticos y otras entidades públicas y privadas implicadas en sus actividades para conseguir un compromiso de financiación estable de la I+D que permita alcanzar y ejecutar el 2% del PIB antes de 10 años, al margen de los cambios de Gobierno y de los ciclos económicos, y en el que la parte ejecutada por el sector privado alcance dos tercios del total.

2) Crear un órgano de gestión y evaluación del sistema de I+D+i realmente independiente de los Gobiernos, que i) funcione con criterios profesionales de excelencia, ii) promueva la reducción de la burocracia y la flexibilidad en la ejecución del gasto que proporcione seguridad jurídica a los centros en materia tributaria, de contratación pública y de personal, iii) impulse la contratación de investigadores de gran prestigio, iv) mejore la dotación de personal especializado, v) alinee sus objetivos y políticas generales con las políticas de contratación y carreras de los profesores universitarios, vi) lleve a cabo la evaluación de las políticas y de los organismos responsables y vii) fomente la cultura científica.

3) El fomento de una mayor participación empresarial en las actividades de investigación, desarrollo e innovación que se han visto resentidas últimamente, así como del emprendimiento innovador, mediante la reducción de las trabas administrativas, los incentivos a la colaboración ciencia-empresa, la inversión empresarial en intangibles y el ofrecimiento de facilidades para las nuevas empresas de reciente creación».

Hace un año, durante la campaña electoral que condujo al 28 de abril de 2019, Carmen Herrero, Eugenio Coronado, Francisco Mojica, Alberto Gutiérrez y Avelino Corma, todos ellos galardonados con el Premio Rei Jaume I, dirigieron una carta a los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno de España que resumía el contenido del Manifiesto, en la que pedían un compromiso serio de que se asumían las peticiones de tan amplio colectivo de talento científico y empresarial que constituyen el Alto Consejo Consultivo de la Generalitat Valenciana, un órgano multidisciplinar sin parangón en el resto de España.

Hace unas semanas el presidente del Gobierno anunció un plan de actuación que al 50% con las aportaciones privadas movilizaría 200.000 millones de euros (un 16,6 % del PIB de 2018) para salir de la crisis económica del Covid-19. El importe de 30 millones de euros que se destinaba a la investigación a través del CSIC para financiar proyectos de investigación sobre el coronavirus -siendo una cantidad importante para el impulso de esa línea de investigación- representa tan solo un 0,03% de los fondos movilizados por el sector público: 3 euros de cada 10.000.

Aquí tienen un posible primer punto de acuerdo en el proceso de diálogo actualmente en marcha. Multipliquen la cifra de 30 millones por 100, para que represente al menos un 3% del esfuerzo público para salir de la crisis, y convenzan al sector privado de que haga otro tanto. Y empleen los fondos con inteligencia y continuidad para hacer de la ciencia y el emprendimiento un eje de actuación conjunta en España de modo que cuando vuelva a tronar no tengamos que acordarnos de Santa Bárbara.