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Nuevos apuntes para después de la pandemia

De la consolidación del teletrabajo a los problemas con los derechos democráticos de los ciudadanos

Como consecuencia de la pandemia se han estado produciendo a nivel mundial, una serie de cambios radicales en la forma de vida de numerosos países. Algunos de estos cambios parecen estar aquí para quedarse. Veamos:

El teletrabajo. Se ha demostrado que con el avance de la tecnología, muchos de los trabajos tradicionales, se pueden realizar a distancia. Tan solo en el ámbito médico y psicológico, desde la gestión telemática de las consultas ambulatorias (con el ahorro en personal auxiliar), pasando por numerosas entrevistas que pueden ya realizarse "on-line", por "skype" u otros medios. En otros muchos ámbitos el teletrabajo ha demostrado ser eficiente y aunque no puede universalizarse, basta ver como funcionan ahora los bancos que se han ahorrado muchos empleados que atendían en caja y la inmensa mayoría de las operaciones pueden hacerse desde casa. Por supuesto habrá necesidad de la atención personalizada en muchas otras áreas, pero irán poco a poco desapareciendo los empleos tradicionales. Como inconveniente de todo ello, habrá un aumento del paro, especialmente de quienes no se hayan especializado en campos en desarrollo y en los empleos de menor cualificación. Al igual que la introducción de robots redujo en su día el empleo en la industria, el teletrabajo reducirá el empleo en numerosos sectores.

La limitación de las libertades. La restricción de libertades provocada por la pandemia para reducir la rapidez del contagio se ha aceptado tácitamente por la población e incluso ha sido aplaudida por quienes tradicionalmente defendían con uñas y dientes la libertad individual. Un bien colectivo (la salud), entendido como superior, ha permitido que se cercenen esas libertades consagradas en la mayor parte de los países libres del mundo. En España el cierre del parlamento y la disminución de la capacidad de la oposición para controlar al gobierno han sido un ejemplo palmario, que ha permitido por ejemplo las ruedas de prensa con las preguntas filtradas, que ha llevado finalmente a varios medios a denunciar el abuso contra el derecho a la información y la libertad de prensa.

Otra medida restrictiva, que se añade a las señaladas, es la propuesta de confinamiento, de quienes den positivo a los test y puedan contagiar al resto. Se ha propuesto hacerlo en centros previamente destinados al efecto, y que no se llamarán cárceles, sino eufemísticamente "Arcas de Noé", porque otra de las consecuencias indirectas es la muerte de la verdad y la imposición de un lenguaje políticamente correcto. El Presidente ha solicitado a los presidentes de las comunidades autónomas que faciliten una relación de espacios públicos donde se puedan llevar a cabo estos confinamientos. El Presidente de Filipinas (Duterte) ha propuesto que la policía dispare a quienes se salten la cuarentena por el coronavirus. Aquí no se llegará a ese extremo.

El control absoluto de la población. Algunos países como China (país con un régimen comunista dictatorial) han introducido medidas para el control total de la población: desde la limitación de lo que se puede decir por las redes sociales (en China el Wechat que es el equivalente de nuestro Whatsapp); a la videovigilancia de la población. En España ha corrido un bulo sobre el control de los desplazamientos mediante la geolocalización de los móviles. Un importante medio ha subtitulado este 6 de abril pasado la noticia de la siguiente forma: "El Gobierno aprueba una norma que le permite la geolocalización por el móvil de todos los ciudadanos". Bulo o no, lo cierto es que la tecnología lo permite ya. El pasado 18 de diciembre LA NUEVA ESPAÑA publicaba la noticia "Facebook admite que rastrea la ubicación de sus usuarios sin autorización".

La desvaloración de la vida no productiva. Se ha ido deslizando la idea (aunque lógicamente sigue siendo discutida), que a quienes superen una cierta edad no se les debe ingresar o facilitar el acceso a la UCI o el empleo de respiradores. Supuestamente para reservar el uso de los mismos para quienes tengan más posibilidades de supervivencia. Un medio titulaba el pasado 1 de abril: "Cataluña avala limitar la ventilación mecánica a mayores de 80 años en las emergencias médicas".

Detrás de ese criterio etario se sitúa la desvalorización de la vida como bien trascendente. Basta recordar por ejemplo las palabras del ministro de Finanzas japonés Taro Aso, que hace unos siete años dijo "let elderly people hurry up and die" (dejad a los ancianos apresurarse a morir). Argumentaba que él rechazaría los cuidados al final de la vida y que se sentiría mal sabiendo que el estado correría con los gastos de dichos cuidados. La tramitación parlamentaria en España de la ley de eutanasia lleva el mismo sentido.

La subversión de los valores democráticos. La desvalorización del parlamento como medio de control de los posibles excesos gubernamentales, la aplicación del rodillo de la alianza de totalitarios e independentistas; la limitación de la libertad de prensa con la subvención de los medios afines y la exclusión de los no afectos; el asalto a la independencia del Poder Judicial, el control político de la fiscalía; la puesta en cuestión de nuestro modelo de estado, el "asalto al cielo" de revolucionarios subvencionados por dictaduras de ultramar, y la influencia de ideologías extremas que pretenden imponer no ya una lucha de clases, sino un enfrentamiento de géneros y también generacional. Todo ello apunta a una dirección negativa, de la deriva que se nos ofrece como panorama en mitad de esta pandemia.

O no, no soy futurólogo, y quizás esta crisis sanitaria, económica, política e ideológica sirva para hacer reflexionar a la población, y atraiga a la política a los mejor preparados, y veamos un nuevo resurgir de la España retratada en el cantar del mío cid: "Dios qué buen vasallo, si hubiese buen señor".

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