Heisenberg fue un físico alemán, uno de los más notables investigadores de la mecánica cuántica. Son diversas las formas de explicar su famoso "Principio de incertidumbre" que formuló con tan solo veinticuatro años de edad. Particularmente una de las que prefiero es aquella que explica que nunca podremos conocer donde se encuentra una partícula porque al intentar fijar su posición utilizaremos un instrumento que la modificará, lo que hará que cambie de lugar por nuestra propia intervención (es una aproximación para que se entienda).

Viene al hilo el investigador teutón por diversas circunstancias que nos rodean en estos días de confinamiento y de protesta de ciertos sectores en desacuerdo con todo lo realizado en nuestro país, al ser uno de los más trascendentales científicos por su contribución al conocimiento y venir de dónde viene, ya que la comparación entre la gestión de la crisis que se atribuye a la señora Merkel, premier del país de la cerveza, y nuestro señor Sánchez, presidente del país de los cuñados, es sustancialmente diferente.

Dice la prensa que la buena gestión de Alemania se debe en primer lugar al carácter científico de su presidenta, que ha dado lugar a un liderazgo sin recelos por parte del resto de fuerzas políticas del Bundestag y también porque los alemanes creen en la ciencia y el equipo de científicos que rodea a la presidenta tiene todas las garantías para conseguir el éxito.

Aquí, por lo que dicen la prensa de trinchera y algunos más, no debemos tener científicos. Si a un Fernando Simón, puesto en su día por Aznar, y con su currículum, conocimiento y sabiduría, lo han tratado como lo han tratado, no sé a quién querían en su lugar. Solo se me ocurre la visión de "los cuñados" asesorando a todos nuestros políticos.

El otro día, en conversación con una compañera, química como yo, investigadora ella, me ponía como buen ejemplo toda la gestión alemana. Le di la razón pero la hice reflexionar sobre algunos puntos entre los que considero que, también, están los resultados logrados por los alemanes. Así, mientras España tiene un 8,9% de su PIB en gasto sanitario, el alemán nos supera en casi dos puntos y medio yéndose hasta un 11,3%, que no parece mucho, pero que en términos de euros por habitante y año es más del doble: 1.617 €/habitante y año en España y 3.879 €/habitante y año en el país de referencia. Otro tema que le hice ver fue el de camas por habitante, porque los dineros de sanidad pueden irse en diferentes direcciones, pero esta puede haber sido especialmente importante en estos tiempos. Pues bien, Alemania cuenta con casi el triple de camas por habitante que España (8,3 frente a nuestras sólo 3 camas por cada 1.000 habitantes). Resulta también curioso que Corea del Sur, otro de los países con una curva de infectados por COVID19 especialmente plana, tenga la nada desdeñable cifra de 11,5 camas por cada 1.000 habitantes, una de las más altas del mundo.

Otro de los factores que le destaqué fue la esperanza de vida, que en nuestro país es de 83,5 años y en Alemania es de 2,5 años menos, 81 lo que nos hace más vulnerables frente a una crisis sanitaria asesina con ciertas franjas de edad mucho más que con otras. También le hice ver que aquí nos besamos, nos abrazamos más, y tenemos una "distancia social" como se dice ahora, muy inferior a la de nuestros vecinos del norte. Eso no sé qué estadística puede reflejarlo, pero ese comportamiento afectivo nos diferencia mucho de los alemanes, y radicalmente de los coreanos.

La conversación con nuestra amiga científica discurrió reflexionando sobre la necesidad de que la política sea pensada con planteamientos estratégicos de país y no de partido político y coincidimos en que en España es difícil trabajar con la visión del largo plazo cuando el votante no suele ver más allá de la inmediatez. Las políticas a largo no venden en España, pero en Alemania sí. Ellos piensan a más largo plazo que nosotros, por eso son nórdicos y no latinos. Y tras esto, con un "good point", como me dijo literalmente, dio por terminado el diálogo, aunque sé que no conseguí convencerla del todo. Ella, la conozco desde hace años, está mucho más cerca del talante respetuoso con la ciencia de un ciudadano alemán, que del típico "Capitán a posteriori" que se ha hecho famoso en esta crisis y que campa a sus anchas por nuestro país.

Y es que el problema de los cuñados se traduce en dos cuestiones. La primera, evidente, estriba en que nunca habrían formulado un principio como el de Heisenberg, sencillamente porque son incapaces por definición. El chascarrillo, la gracia, el insulto soterrado, el desprecio jocoso, cuando no directamente actitudes deleznables, hacen que el ingenio se desvié hacia lo absolutamente inútil y se desprecie cualquier atisbo de inteligencia y respeto al conocimiento. La segunda tiene que ver con su actitud hacia la prensa. Los cuñados jamás leyeron un artículo de página completa en un diario. Tampoco les hizo nunca falta, creen. Y ahora campan a sus anchas porque siguen sin leerlos, pero beben y dan de beber, de y a las redes sociales con mentiras, bulos y patadas en la boca a cualquiera que no conocen de nada y que, en Twitter sobre todo, se le ocurra llevarles la contraria lo más mínimos. Es todo una falta absoluta de la educación más elemental.

No sé si en Alemania hay más "cuñados" que aquí, no debe haber estadísticas al respecto porque el tema es muy nuestro, gente más educada tampoco lo sé. Pero habría que empezar a darse cuenta de que no vamos bien así. Si seguimos por este camino, cualquier día, un Presidente del Gobierno de España indicará también a la gente que beba desinfectantes y acabaremos con un centenar de intoxicados como ha pasado esta semana pasada en los antes todopoderosos United States of America y hoy humillados en tantas cosas por el dragón chino. Un desastre anunciado para un país como el nuestro, que en estos momentos debería estar sacando pecho por los estudios de su Premio Nobel Severo Ochoa, por citar solo a uno de nuestros grandísimos investigadores, sobre aspectos fundamentales de la biología de los virus, tan fundamentales hoy día.

Pero ojo, que no solo de cuñados vive la realidad más triste de nuestro país. También ha rondado por las redes una reflexión de la consultora global Deloitte sobre la recuperación de sectores tras la crisis. Si Heidelberg levantara la cabeza seguro que veía su principio aplicado genial y sibilinamente por el poder financiero y económico. Dice Deloitte que se esperan entre otros, estos efectos: un retroceso de mercados basados en la sostenibilidad, como las tiendas de ventas a granel; una desaparición de amplias capas de pequeños comercios urbanos, reemplazados poco menos que por almacenes logísticos; menos márgenes en los modelos de compra y la creación de comunidades de usuarios en torno a las marcas.

Junto a otros análisis de la realidad que veo más adecuados y que están también en el documento de Deloitte, un documento supuestamente interno pero que ha circulado por todas las redes y la prensa, lo cual ya de por sí es sospechoso, estos que he citado me parecen particularmente, no sólo poco certeros, sino interesados. Es la forma que tienen las grandes consultoras, incluso esta que "no vio mal" las cuentas de Bankia como para salir a bolsa, de influir en una realidad que no les interesa sencillamente porque en ella no tienen clientes ni negocio. Las más pequeñas empresas son las grandes sufridoras de esta guerra pero van a seguir estando ahí, le pese a quién le pese. El gobierno está ayudándolas para salir adelante y lo conseguirán gracias a la indestructibilidad demostrada de sus gerentes, propietarios y autónomos, especies únicas de nuestro parque empresarial.

Las grandes empresas, sin embargo, están tomando posiciones, cuando no directamente haciendo "cuñadismo", para llenar todo lo que pueden los bolsillos de sus propietarios. Y mientras nosotros estamos en eso, bulos y discusiones entre cuñados, el Bundestag y el Parlamento portugués están apoyando ampliamente a sus máximos mandatarios.