Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El mítico dorsal 261

Kathrine Switzer se coló en la carrera de Boston y en 1967 se convirtió en la primera deportista en completar oficialmente una maratón

Kathrine Switzer es el nombre de la primera mujer que completó, de principio a fin, una prueba atlética de 42 kilómetros. Fue en Boston, el 19 de abril de 1967, en una maratón en la que no estaba permitida la participación de mujeres. Para lograrlo se inscribió con sus iniciales, dejando que los organizadores pensaran que quien iba a correr era un hombre, y contó con la complicidad de su novio y de otros corredores, que evitaron que los comisarios de la competición la detuvieran a la salida y le arrancaran el dorsal que le había sido asignado, el 261. Ese número es desde entonces un símbolo para las mujeres que corren. Antes que ella otras lo habían intentado, saltando de improviso en alguna carrera, pero ella fue la primera en inscribirse oficialmente, aunque al terminar fuera excluida de la calificación.

Switzer, que ahora pasa de los 70 y que se dedicó profesionalmente al periodismo deportivo, no ha parado de competir consigo misma y por las mujeres desde que, siendo niña, su padre le enseñó que ella era la protagonista de su vida. A los 12 años, la pequeña Kathy pidió permiso en casa para ser animadora del equipo escolar de hockey. El hombre la corrigió amablemente pero con firmeza: ni ella ni nadie tenía por qué conformarse con animar a los demás, era mejor salir a jugar. Le propuso que se ejercitase, corriendo cada día una milla, y que se inscribiese luego en el equipo escolar de hockey. De la mano de su padre, que la colocó en la línea de salida con sus consejos, Kathy descubrió su propio valor y aprendió a confiar en sí misma.

La fotografía de Kathrine Switzer escapando de los jueces de la maratón de Boston, escurriéndose entre sus brazadas y escoltada por sus compañeros de carrera, es icónica. Cuando la entrevistan, la corredora, que nació en una pequeña ciudad de Baviera, en Alemania, y que siendo niña emigró con su familia a Estados Unidos, cuenta que nunca se tuvo por una gran deportista y que su ambición era visibilizar la injusticia con la que las mujeres eran tratadas en el deporte. Eligió su propia meta y corrió hacia ella, aún hoy sigue en la carrera.

En España, hasta la Guerra Civil, hubo grandes deportistas femeninas, mujeres como Lilí Álvarez, la primera tenista española en Wimbledon, o Margot Molés, olímpica en esquí en los Juegos de Garmisch-Partenkirchen de 1936, y como ellas algunas más. Luego, la nada. El deporte se tenía por cosa de hombres y practicarlo hacía peligrar la feminidad. La mujeres no estaban hechas para la competición, decían. Hasta los años 60 del siglo XX las españolas no volvieron a asomar la cabeza por las competiciones deportivas.

Hace unos días falleció Bernardino Lombao, el entrenador del primer equipo de atletismo femenino universitario, creado en 1963. Hasta 1976 no hubo una atleta española en unos Juegos Olímpicos, Carmen Valero.

Es tan fácil correr. Solo hay que salir y hacerlo, dice Kathrine Switzer. Es tan sencillo que resulta incomprensible que, en algún momento de la historia, una mujer no pudiera hacerlo y que en ciertos lugares del mundo siga siendo así. Incomprensible. Switzer ha comprobado que todo cambia al dar el primer paso, y lo afirma con absoluta convicción. Es algo simple, y tan extraordinario. Escuchándola dan ganas de echar a correr.

Compartir el artículo

stats