Esta famosa frase de Eugenio d'Ors, también utilizada hace ya unos años por un ministro de un PSOE, digamos, más español y más democrático, puede dar la medida de lo que «nos» está ocurriendo. Porque la presente crisis sanitaria, y las derivadas crisis económica y social, van a dejar a España al pie de los caballos. Al pie de Europa, que nos va a exigir unas medidas drásticas de recortes, que podrían dejar a los ciudadanos en la miseria, y no por culpa de Europa -culpable de muchas cosas, pero no de todas-, sino por la negligencia e irresponsabilidad de nuestros dirigentes.

En la Comunidad Valenciana, por más porcentajes que invente la Sra. Oltra y la Consellera de Sanidad, Sra. Barceló, lo bien cierto -lo comprobamos día a día-, es que las Residencias de Mayores están desasistidas y los residentes y cuidadores infectados en porcentajes inaceptables. Poco se compadecen las palabras con el hecho de que más de un tercio de los fallecimientos en nuestra Comunidad, se ha producido en estas residencias, por más que nos intenten convencer de que han sido cuestión prioritaria para el Botánico. Al contrario; las plataformas de particulares, creadas para ayudar a los más necesitados, están sobrepasadas de solicitudes de material de protección: mascarillas, guantes, batas; y el número va en aumento. ¿Y los tests masivos, qué?

La Consellera de Justicia, Interior y Administración Pública también nos transmite la enorme preocupación de la Generalitat con los efectivos de protección civil, seguridad y emergencias, mientras día tras día estas personas están requiriendo, «por el amor de Dios», que se les haga llegar un mínimo material de protección. Y como esto es demostrable, nos dice la Sra. Bravo que durante algunas semanas ha habido «disfunciones» por el hecho de centralizar las compras y algunas competencias desde el Gobierno Nacional. Pero lo cierto es que no hay excusa: camiones con material parados en la aduana, ciudadanos que no tienen una mísera mascarilla que llevarse a la boca (nunca mejor dicho), y sanitarios que se juegan la vida atendiendo a los enfermos sin la debida protección.

Esta situación no se había vivido nunca, y nadie es adivino. Cierto; pero precisamente porque no se pueden dejar las cosas al albur de futuribles, la administración pública tiene la obligación de implementar los mecanismos de previsión, prevención y adopción de planes de actuación que puedan hacer frente a tamañas emergencias. ¿Es que no ha habido catástrofes naturales? ¿Es que no ha habido otras crisis sanitarias como el ébola? ¿Es que los gobiernos no tienen que prever planes de trabajo para situaciones excepcionales?

Pero lo que sí ha traído esta emergencia sanitaria es una emergencia de derechos fundamentales: se suprime la movilidad, la reunión, la libertad de culto, el control político del legislativo respecto del ejecutivo, y todo sin cobertura legal alguna. La LO 4/1981, de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio, no apoya la supresión de las libertades fundamentales cuando se declara la alarma; se podrán limitar, pero no suprimir. Para ello, se requiere la declaración del Estado de Excepción, y con un férreo control parlamentario. En la Comunidad Valenciana, el Botánico hace «lo que quiere», y no sólo por su mayoría socialcomunista, integrada por un PSPV radicalizado, por un partido como Compromís que quiere someternos al comunismo más trasnochado, controlando derechos y conciencias, y por Podemos, que persigue la quiebra democrática, la declaración de una República, y la sumisión de todos a una oligarquía política bolivariana, represora de la clase media, de la libertad individual y del pensamiento crítico. Se niegan a reabrir las Cortes, y lo único que preparan son comparecencias encorsetadas de consellers (tras más de mes y medio desde que empezó «oficialmente» esta pandemia) y «Decretazos» para los que además impiden su tramitación mediante Proyecto de Ley. Un dicho castizo reza: «la cabra tira al monte»; y cuando nos encontramos con ideologías dictatoriales como el comunismo, está claro que todo lo que hacen es aplicar su totalitarismo.

El futuro nadie lo sabe, aunque nos lo tememos: pobreza, recortes severos de libertades, más impuestos sobre los valencianos (muchos han de elegir entre dar de comer a sus hijos o pagar la luz y el agua), y eso sí, publicidad a favor del Botánico, pagada por todos para hacernos creer que «vienen a salvarnos». Y todos bien confinados, no sea que nos juntemos en la calle y nos quejemos, reclamando nuestros derechos y pan para nuestros hijos. Esta pandemia no es culpa del Botánico; pero esta pandemia sí es un instrumento esencial para el Botánico para reducir nuestra libertad. Y lo saben bien; y lo aprovechan. Pero no hace falta que «Roma venga a salvar Sagunto». Los valencianos nos valemos solos.