Quién nos iba a decir cuando a los sones de la marcha Radetzky del Concierto de Año Nuevo con el que recibíamos el año 2020, que nos íbamos a encontrar en escasos tres meses con uno de los momentos más críticos que ha vivido la humanidad en la última centuria.

Es como si el libro de Stefan Zweig «El Mundo de ayer, Memorias de un europeo» reviviera y tomara toda su fuerza ante la situación de la llegada del nazismo primero a Alemania y luego a su país, Austria, pero ahora a través de una pandemia del siglo XXI. Se han cambiado las botas, fusiles y Panzer de las tropas de la Werhmacht por un micro virus proveniente de oriente, desconocido hasta ahora y que ha resultado altamente letal.

Sinceramente creo que hay mucho que aprender del pasado, pero también del presente que estamos viviendo. La Covid 19 ha golpeado de forma especialmente dura a esa vieja Europa que tanto amaba Zweig, al igual que lo está haciendo en Estados Unidos de América, y no porque no se tengan en estas zonas los medios sanitarios más avanzados del planeta, lo cual no deja de ser una paradoja.

Pero de todos los grandes desastres se puede aprender, y en el caso de la Covid-19 no va a ser distinto, tanto por lo que es lo más importante, la pérdida de vidas humanas, como por razones de índole económico y social.

Ya ocurrió cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y la Europa que no cayó bajo lo que Winston Churchill denominó el telón de acero supo organizarse para crear la Unión Europea, que a la larga ha generado tanta riqueza, desarrollo y bienestar a los países que gradualmente han ido incorporándose a la misma.

Y ahora debe pasar la mismo, ya que esta pandemia sí que hace necesario replantearnos seriamente si esta Europa tal y como la conocemos hoy en día queremos que siga siendo así. Desgraciadamente hemos visto actitudes muy poco solidarias por países como mi querida Alemania y Holanda respecto de los países de la denominada Europa del Sur, y no estoy pensando únicamente en España e Italia sino también de Francia.

Creo sinceramente que ha llegado el momento de dejarnos de nacionalismos reduccionistas y volver a construir una nueva Europa tal y como se hizo cuando se firmó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951 y la creación de la Comunidad Económica Europea mediante los Tratados de Roma en 1957, en la que primen la solidaridad y la unidad entre los países que la integran.

Carece de sentido que ante circunstancias que llevan a los estados de la Unión Europea a situaciones límite, llámese la crisis de la deuda soberana de Grecia de 2010 que llevó a la intervención financiera de ese país, o ahora la crisis sanitaria de la Covid-19, no existan mayores medios de solidaridad y actuación conjunta entre las naciones que forman la misma.

Hasta qué punto tiene sentido estar sujetos a una normativa financiera, con una moneda única y una fijación de tipos por el Banco Central Europeo y que, ante una situación de necesidad económica y social real, como es la que se está viviendo por la Covid-19, no se emita deuda europea que ayude a salir de esta dificilísima situación a los países integrantes de la Unión Europea, dando por consiguiente una respuesta colectiva y unitaria.

Estas han sido, sin lugar a duda, las debilidades que se han puesto de manifiesto con la crisis sanitaria, una Unión Europea donde priman los intereses nacionales particulares estrictamente de naturaleza económica, con derecho de veto, sobre un interés general que a la larga es el que debe preservar la Institución.

Quiero pensar en positivo, y que la pandemia nos servirá para lograr una Europa más justa y sobre todo más unida. Ha llegado el momento, y sin duda la crisis de la Covid-19 va a ser un punto de inflexión, de replantear que la cesión de soberanía en las instituciones europeas sea mayor, pero siempre que vaya acompañada de una verdadera participación en la generación de las políticas comunes y que ante situaciones de necesidad, como las que se están viviendo, haya respuestas comunes y solidarias, indistintamente del lugar del territorio de la Unión Europea en el que se generen esas necesidades. Sólo así conseguiremos la verdadera Unión Europea tal y como se diseñó por Konrad Adenauer.

Estoy seguro de que superaremos la crisis sanitaria, y ojalá sea más pronto que tarde, pero la herida que ha dejado es muy grande, y se hace necesario curarla para que no se vuelva a abrir. Evidentemente en el futuro volverán a ocurrir eventos que llevarán a la sociedad a situaciones límite como la que estamos viviendo, pero sólo desde unas instituciones de unos «Estados Unidos de Europa» podremos afrontarlas de la manera más solvente.