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Las uvas y el sueño

Dormir, si lo piensas, es un suceso brutal, extraordinario, insólito. Consiste en salir de ti para encerrarte dentro de tu mente, que es como abandonar el cuarto de baño ocultándote en la bañera. La mente como bañera. Vale. En algunas películas de misterio, el criminal se esconde ahí, cierra las cortinas de plástico y pasa inadvertido. Si pudiéramos observarnos cuando nos hallamos en la fase REM del sueño, nos daríamos miedo. Una persona dormida es capaz de cualquier cosa. Yo mismo, esta noche pasada, tuve un encuentro con Tamara Falcó, de quien había leído en el periódico que era la nueva marquesa de Griñón. El sueño es ilógico, pero la vigilia no le va a la zaga, signifiquen lo que signifiquen ir a la zaga y ser marquesa.

¿Resulta o no resulta inquietante que yo tenga encuentros nocturnos con la nobleza? ¿Significa o no significa algo? Se lo pregunté a mi psicoanalista cuando nos conectamos a través de Skype.

- ¿Usted qué cree? -repreguntó.

Siempre repregunta. Esta es la fórmula básica del psicoanálisis, repreguntar, para que la responsabilidad del hallazgo sea del paciente.

-Yo creo que significa algo muy oscuro -respondí porque no lograba explicarme qué hacía yo con la nueva marquesa de Griñón a las tres de la madrugada dentro de mi conciencia, o de mi mente, que ya hemos dicho que es como la bañera del cuarto de baño. La mente es una guarida, un escondrijo, una habitación resbaladiza y sin luz con un desaguadero.

-A mí me gustaban los vinos del Marqués de Griñón -añadí-. Me gustaba también la relación del marqués con las uvas. Las uvas son como la mente: recogen los sabores del subsuelo, de que ahí que haya vinos que sepan a regaliz o a frutas del bosque, incluso a minerales o a petróleo.

-Ya -dijo mi terapeuta invitándome a seguir estableciendo asociaciones.

Fingí entonces que se cortaba la comunicación, que es algo que no puedo hacer en las sesiones presenciales, y permanecí un buen rato observando el techo, en plan meditación budista, pensando en lo asombroso y lo raro que es dormir. No digamos soñar.

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