Estos días de pandemia y muerte me vienen a la memoria unas palabras de Jaime Mayor Oreja en Valencia, justo ahora hace tres años, sobre la clase política. Decía que estaba en crisis de valores e instaba a recuperarlos. No exceptuó a su partido.

Ese pensamiento cobra actualidad ahora cuando vemos que se confirma que es en los momentos límite cuando exhibimos, sin pretenderlo, lo mejor y peor. La clase política no es excepción.

Nadie podía imaginar este escenario dantesco, o tal vez sí. En ese supuesto de falta de previsión y reacción tardía se ha hecho fuerte la derecha para exigir responsabilidades, tratando de compaginar el reproche con el sentido de Estado que requiere una tragedia de esta magnitud.

Casi un mes y medio han tardado Pedro Sánchez y Pablo Casado en verse por videoconferencia. Entre tanto, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida eran la cara de la gestión de un PP desacomplejado que se echaba la responsabilidad a la espalda. Lo hacían sin miedo a unos sectores de izquierda prestos a incendiar las redes sociales así muera un perro infectado por ébola.

En la Comunidad Valenciana, en cambio, poco se ha visto al centro y a la derecha. Vox no tiene aquí a una Macarena Olona y José María Llanos sigue sin despegar. Tampoco el PP tiene a una Ayuso. Es verdad que gobernar te da una atalaya desde la que hacerte oír, pero es que lo único destacable de la oposición ha sido la propuesta de Isabel Bonig de rebajar el sueldo de políticos y reanudar Cortes.

Se insiste, desde el Gobierno en que no hubo posibilidad de prevenir esta pandemia. El presidente, Ximo Puig, sí reconoce que algo no se ha hecho bien y pide perdón. La segunda autoridad valenciana, Enric Morera, tampoco ha tenido empacho en admitir que se debería haber actuado antes. La consellera de Sanidad, Ana Barceló, también ha pedido disculpas. Pero su imagen está abrasada. Joan Ribó, por fortuna, ha dejado de hacer pronósticos sobre la evolución del virus, centrándose en el julio fallero. Mónica Oltra, claro, descarga la responsabilidad en Madrid y en la perversa gestión de sus antecesores, mientras vuelve a prometer un nuevo sistema sociosanitario de fábula.

¿Y la oposición? El PP no tiene la osadía de airear una sola camiseta como las que Oltra exhibía metódicamente. Ahora tampoco nadie deja su cargo. Ni siquiera la consellera que entregó a los médicos que se jugaban la vida mascarillas de albañil.

Acertó Mayor Oreja hace tres años para elegir Valencia como auditorio.