Las distintas generaciones que convivimos en la sociedad actual tenemos las grandes transformaciones sociales como referencias en capítulos señalados de la historia: hemos vivido acontecimientos que dan singularidad a nuestras décadas, pero que no han modificado los pilares esenciales de la sociedad. Si echamos la vista atrás, vemos hechos históricos tan terribles como la guerra; hechos económicos tan trascendentes como la globalización; hechos sociales tan relevantes como los avances médicos y científicos. Sin embargo, nuestro mundo ha seguido siendo, en lo más profundo, básicamente el mismo.

La pandemia que estamos sufriendo ya se ha ganado su capítulo en la historia. Se lo ha ganado por las miles de personas víctimas del coronavirus, y se lo ha ganado también por el gran impacto emocional y económico del sobrevenido confinamiento. Sin embargo, es una responsabilidad de todos que ese capítulo en la historia, con un inicio tan terrible, pueda llegar a tener el mejor de los finales. Un final que describa una transformación consciente y consecuente de la que salga esa nueva y mejor sociedad que tenemos la oportunidad de dejar a las futuras generaciones.

Desde el punto de vista social y económico, el camino a recorrer para esa necesaria transformación debe tener como objetivo fundamental un concepto que hemos que ser capaces de convertir en hecho: la inclusión. Debemos dejar de ser una sociedad adormecida e indolente ante la gran cantidad de personas que quedan al margen no solo de las grandes oportunidades de la educación o la tecnología, sino también de los más básicos medios de subsistencia con dignidad. Con la dignidad se nace y ninguna barrera física, social o económica, ningún prejuicio, puede arrebatársela a ningún ser humano. Debemos perseverar en terminar con la exclusión social y asegurar esa dignidad como derecho natural.

Eje fundamental también de la transformación debe ser el medioambiente. Seguramente es en este terreno donde la sociedad ha sido más consciente de los graves perjuicios que ha causado el modelo socioeconómico imperante a nivel mundial, pero es también el mejor ejemplo de la distancia que puede haber entre ser consciente y ser consecuente. La naturaleza es la mejor protección que existe para mantener los equilibrios en nuestro planeta y debemos dejar de ponerle fecha de caducidad con agresiones que sufrimos ya nosotros, y que no pueden ser nuestro legado. Por este motivo, la sostenibilidad debe ser el filtro por el que pasen las acciones de todos.

Los nuevos objetivos prioritarios tras la pandemia deben incluir también una seria reflexión sobre los espacios de convivencia de las personas, tanto desde la perspectiva de la convivencia familiar con reformulaciones en el diseño de las viviendas, como desde la perspectiva de la convivencia social promoviendo el mejor urbanismo que convierta en elemento central los espacios abiertos y libres de uso común, tanto públicos como privados.

Hemos sido testigos de la importancia que tiene la priorización de servicios básicos como la sanidad al abordar una crisis como la actual, y que la universalización y fuerte profesionalidad que han caracterizado a la sanidad española deben seguir siendo una inquietud permanente en la gestión de los recursos. Asimismo, la investigación debe sumarse a esas prioridades con el objetivo de apoyar la investigación básica, pero además con la meta de avanzar en la aplicación de esa investigación en nuestras instituciones.

En esta visión sobre el 'Después del coronavirus' a la que me ha invitado a participar el diario Levante-EMV, no puedo dejar la cultura al margen porque sí, también en la cultura tiene que haber un antes y un después de la pandemia. Son muchas las reflexiones y decisiones que debemos abordar sobre las estrategias culturales. Sin embargo, conscientes de que la cultura es educación y forja de personas más libres, uno de los grandes objetivos debe ser su universalización: sin la cultura los pueblos no avanzan. La cultura es la más potente herramienta de acción social, pero para activar su poder transformador no debemos escatimar energías en conseguir que todo el mundo pueda adquirir el poder emocional e intelectual que proporciona.

Al final, el dibujo al que aspiramos refleja una sociedad que aborda cualquier actividad y aspecto de la vida siempre bajo el prisma de los valores éticos y morales. Seamos conscientes de todo lo que tiene que cambiar, y seamos también consecuentes. Nosotros, desde la Fundación Bancaja, seguiremos trabajando para contribuir a esa transformación con sus retos sociales, económicos, medioambientales y culturales, y ayudar a que este nuevo hito histórico tenga un desarrollo optimista y un final feliz.