La más prestigiosa de nuestras cantantes líricas, Lucrecia Natividad Borja y González de Riancho, falleció el 14 de mayo de 1960 en Nueva York, a los 72 años. Desde su debut en noviembre de 1912 al lado de Caruso, hasta su despedida en marzo de 1936, Miss Bori cantó 628 representaciones de 28 óperas diferentes. Un récord para la época.

Seguidamente, formó parte del Consejo de Directores del MET, donde sus opiniones fueron siempre respetadas. Trabajó a pie de calle para salvar a su teatro después del crack de 1929, un desempeño esencial para la recuperación del aquella institución.

Lucrezia vivía en el East Side, frente al Central Park, atendida por su doncella italiana y recibiendo a celebridades como Toscanini, los Iturbi o Horowitz, pero también a Don Juan de Borbón, Cary Grant o Victoria de los Ángeles.

El 2 de mayo de 1960, la soprano estaba invitada a una recepción en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano en el puerto de Nueva York, por lo que dio día libre a su secretaria Jennie Grazzini.

Conocí a Miss Grazzini en el verano de 1976, a través del diplomático mallorquín Jorge Dezcallar, años más tarde embajador en Washington y director del CNI. Jennie era una simpática dama de 77 años que había estado el servicio de la Bori varias décadas. En esos años, compartí varios almuerzos y cenas en su casa de New Jersey en donde, junto a su hermana Silvia, recreaban las vivencias de Lucrezia de una manera casi venerable y poco a poco me confiaron detalles de los estrenos, los viajes a Europa o sus estancias en Benicassim, invitadas por la familia Carpi. Sin duda fue el recuerdo de la gala organizada en Nueva York, el 15 de abril de 1958, en beneficio de los damnificados de la riada de Valencia, lo que las hizo emocionarse más.

Durante el trayecto desde la Quinta Avenida al puerto, Lucrezia notó una especie de perturbación en la vista pero al llegar al muelle comprendió que debía cancelar su presencia al acto. Mandó recado al capitán del navío y con el mismo taxi, volvió a su casa. El conserje del edificio le preguntó si quería que avisaran a Miss Grazzini (quien ya estaba en su domicilio de Staten Island) pero ella no quiso molestarla y subió a descansar. Al llegar, una amiga valenciana de visita en esos días, quiso llamar al médico pero la cantante prefirió acostarse sin ni siquiera levantarse a cenar.

Al día siguiente, como de costumbre, Miss Grazzini llegó al 340 East de la calle 72. Advertida por el conserje, imaginó lo peor. Lucrezia yacía casi inconsciente en su lecho. La ambulancia no tardó en llegar e ingresó en urgencias del Hospital Roosevelt. Durante once días los médicos intentaron recuperarla y finalmente murió de las secuelas de una hemorragia cerebral. El 17 de mayo, el propio Cardenal Spellman celebró un solemne funeral en la Catedral de San Patricio presidido por Vicente Borja, hermano de la cantante, y su secretaria Jennie Grazzini, con la asistencia del Conde de Motrico y el embajador Félix de Lequerica y representantes de la sociedad neoyorquina.

Por expreso deseo de la cantante, Miss Grazzini trajo los restos mortales de Lucrezia a Valencia. El 2 de noviembre, miles de valencianos desfilaron por la capilla ardiente instalada en el Palacio del Marqués de Dos Aguas. Al día siguiente, fue trasladada en una cureña hasta la plaza de la Virgen y de allí fue llevada al panteón de su propiedad en el Cementerio General, donde reposa junto a sus padres y hermanos. Ese fue su deseo final a pesar de que jamás cantó en ningún escenario español.