Vivimos la mayor crisis en décadas en nuestra ciudad. De repente nos hemos dado cuenta de que hasta en nuestra ciudad y nuestro país, el sistema no siempre puede protegernos. Somos vulnerables. El ser humano es una especie que ha conseguido dominar en gran parte la Naturaleza, impactar sobre ella como ninguna otra especie ha sido capaz en la historia de la Tierra. Pero aún así, con toda nuestra tecnología y todo lo que sabemos gracias al avance del conocimiento científico, seguimos siendo vulnerables a nuestro entorno. Es como si hubiéramos retrocedido un siglo, donde gran parte de la población humana del planeta era víctima de enfermedades. La sensación de seguridad que teníamos frente a los fenómenos naturales se ha desvanecido. Estamos acostumbrados a fenómenos catastróficos como las gotas frías. Pero no a pandemias provocadas por patógenos. Hacía 100 años que no padecíamos una de estas características, precisamente otra gripe. No tenemos memoria colectiva al respecto porque la generación que la padeció en su momento ha muerto ya (con alguna contadísima excepción) y además, pensábamos que nuestro sistema de salud público era suficientemente robusto ante cualquier pandemia. Pero no. No siempre es así. Es mejor asumirlo porque la historia se repetirá, tarde o temprano otro patógeno aparecerá por simple azar -tan importante en la historia evolutiva de cualquier especie- y volverá a burlar nuestros sistemas de defensa y la medicina del momento.

Mucho se ha escrito ya sobre cómo nos va a cambiar la vida esta pandemia, a nivel social, al menos hasta que los investigadores desarrollen la vacuna, y a nivel económico, con un debilitamiento de la globalización y una vuelta al menos en parte a lo local hasta el punto de hablar seriamente de reindustrializarnos para evitar el desabastecimiento de productos estratégicos. Nuestra economía sin duda debe ser abierta -los valencianos somos un pueblo exportador, no lo olvidemos- pero es evidente también que hay sectores estratégicos donde debemos ser mayoritariamente autosuficientes.

Esta crisis sin duda ha reordenado nuestras prioridades, sobre todo en nuestras latitudes. El contacto con nuestros amigos, la preocupación por la salud de las personas queridas, la solidaridad como la que se manifiesta entre los vecinos a las 20h todos los días para aplaudir en los balcones, para ayudar a las personas mayores, para recordar a nuestros muertos. Hemos desarrollado más que nunca el sentimiento de comunidad, de sociedad. Nos hemos dado cuenta de lo importante. De lo que nos hace humanos realmente. Y entre ello, también la necesidad imperiosa de estar al aire libre y de disfrutar de la Naturaleza. Necesitábamos verde, queríamos verde, aire, paisajes abiertos. Observar el color y saborear el olor de nuestra primavera en todo su apogeo en estos momentos. Sólo hay que ver las imágenes de nuestros parques en este principio de desconfinamiento para demostrar que el contacto con la Naturaleza es esencial. Porque la Naturaleza en una ciudad son sus parques y jardines, son sus árboles, sus plantas. Ahora nos damos cuenta de lo necesarias que son las zonas verdes. Tenemos que conseguir que nuestras ciudades sean espacios donde la biodiversidad pueda establecerse. Por eso hace unos meses el alcalde Joan Ribó y yo mismo como responsable del área de Ecología Urbana presentamos uno de los grandes objetivos como gobierno: El Plan Verde y de la Biodiversidad Urbana de València. Una apuesta estratégica para reconectar nuestra ciudad a la Naturaleza. Ya hemos empezado con esta estrategia, de hecho. Les recomiendo que cuando crucen el Puente de Serranos bajen la vista para admirar la impresionante belleza de la pradera de plantas con flor que hace ya unos años el gobierno municipal progresista estableció en este lugar del Jardín del Turia. Es de una belleza sublime. Un ejemplo de cómo recuperar un espacio para la biodiversidad, con todas las flores, los insectos polinizadores (siempre hay multitud de mariposas revoloteando de aquí para allá), aves persiguiendo a estos polinizadores o buscando comida entre las plantas, cantando por doquier que la primavera ya llegó a la ciudad. Todo un regalo para los sentidos en un entorno dominado por las bellas Torres, sin duda uno de los símbolos de nuestra ciudad.

Una ciudad del futuro donde promovamos el transporte no contaminante como la bicicleta o el uso del trasporte público y donde el uso del coche sea para lo estrictamente esencial, donde recuperemos espacio público de plazas y avenidas para que la gente pueda pasear tranquilamente, plazas y avenidas llenas de árboles y plantas, llenas de vida. Esta ciudad es posible, es necesaria y la podemos tener en muy pocos años. Estoy convencido: La València post-Covid será verde.