La crisis sanitaria actual nos está obligando a hacer replanteamientos profesionales y empresariales de gran calado en un tiempo récord con la incertidumbre en un grado máximo. Así que, en primer lugar, considero que el aprendizaje es continuado y está en movimiento. Esto no es óbice para que podamos ir extrayendo ya lecciones que nos están sirviendo de base para afrontar el día a día y la recuperación.

En primer lugar, considero que la pandemia ha puesto de relieve que nadie es lo suficientemente fuerte por sí mismo. Este hecho apunta directamente al necesario fortalecimiento de la unidad y la cultura empresarial. Primero, porque permite canalizar de una manera más optima necesidades y demandas y por otra, porque también articula las aportaciones y las donaciones. Hemos visto muchos ejemplos.

En un ámbito más profesional, la crisis ha acelerado todos los mecanismos de teletrabajo de una manera exponencial influyendo en el trabajo en equipo de una manera positiva.

Otro de los puntos clave que destacaría es que hemos descubierto que la economía tiene un botón de off, de apagado, global. Hacer frente a esta dura realidad nos ha hecho ver que no hay futuro si el tejido empresarial no está en marcha. Estamos aprendiendo a diseñar el equilibrio entre seguridad sanitaria y viabilidad económica, porque cada día cambia la materia que te tienes que aprender en normativa y medidas de prevención.

La planificación es mucho más flexible y sabemos que tenemos que seguir invirtiendo de una manera mucho más responsable y mirando hacia adelante. La recuperación no vendrá sola. En términos empresariales, la recuperación vendrá de las reglas de juego que se decidan y de nuestra capacidad inversora en el futuro a un medio plazo.

En este sentido, ha quedado claro que la capacidad de respuesta a las emergencias debe estar prevista tanto para las empresas como para la sociedad en general.

Nuestra amalgama de problemas se ha visto ampliada; pues, de momento, hemos visto cómo necesitábamos mascarillas, por citar un ejemplo, y no las teníamos.

Vivimos un proceso inverso de deslocalización. Los procesos productivos de proximidad han ganado importancia y el denominado 'Efecto Coca-cola' se analiza ahora como respuesta viable. Es decir, en los casos que sea posible, vamos a que un mismo producto global cuente con producción local. Ahora cobran más protagonismo las cadenas de valor locales.

Hay otra figura con la que se estaba empezando a trabajar, pero con poco peso aún en nuestra Comunidad, que gana relevancia en esta crisis: el clúster empresarial. Estas uniones trasversales o sectoriales pueden suplir a las grandes empresas en muchos aspectos competitivos.

La manera de aproximarse al consumidor ha cambiado. En este tiempo de aprendizaje hemos visto modificarse nuestro modelo como sociedad. El servicio bajo demanda será imparable y más selectivo. El confinamiento ha provocado ese rápido vuelco en los hábitos.

Todo -productos y servicios- se inclinará más hacia el bienestar social. Al quitarnos el miedo al online, la omnicanalidad ha entrado con mucha fuerza en nuestras casas, literalmente hablando.

Por último, y creo que fundamental, tenemos que ser más exigentes con nuestros gestores públicos para que asuman los retos aparejados a la crisis. No podemos relajar el nivel de exigencia.

Hay que agradecer a todos los grupos políticos de la Comunitat una primera fase sin estridencias. Todo aquello que no sea propositivo está fuera de lugar. Todo aquello que no sirva para facilitar la recuperación socioeconómica y afianzar el sistema sanitario no se va a entender. Toda crítica que no conlleve una alternativa será una acción inerte.

Los pasos que se están dando dentro del diálogo social deben tener un paralelismo en el ámbito legislativo y de gestión pública. Una de las grandes lecciones que estamos aprendiendo es que la crisis nos ha despojado de nuestras etiquetas políticas. Se pueden mantener las creencias y las convicciones, faltaría más, pero todas se tienen que utilizar para solucionar los problemas que nos vamos encontrando.

Una crisis sanitaria de estas dimensiones conlleva otro tipo de crisis y en la senda del aprendizaje puede haber errores; pero no caos. El valor de la transparencia que no se pierda. Frente a los momentos de confusión e incertidumbre están la información y la dación de cuentas. La complejidad del momento no puede servir de excusa para tomar la senda de la unilateralidad o de la ocurrencia.

Todas las crisis traen oportunidades, pero también desigualdades. Esa lección ya la conocemos y en el proceso de reconstrucción no podemos perdernos en debates estériles, porque se agudizarán las brechas existentes. El espíritu de unidad y solidaridad inicial que vivimos en la Comunitat Valenciana debe prevalecer hasta el final para que la recuperación la llevemos adelante sin fisuras. Esa es la única posibilidad que existe para que salgamos de esta crisis con ciertas garantías.