Mi padre se llamaba Schmerke Kaczerginski. Fue un intelectual, poeta y partisano judío nacido en Vilna (Lituania). En el gueto, escribió poemas que compositores transformaron en canciones en lengua yiddish, mi lengua materna. Logró escapar del gueto que los nazis habían creado en Vilna junto a otras personas judías. Participó después en su liberación y festejó la gran victoria contra el nazismo el 8 de mayo de 1945. Hace poco hemos celebrado el 75 aniversario.

Este tipo de relatos me acunaban. Mis padres, únicos supervivientes de sus respectivas familias, me transmitieron que el racismo era y es el mal encarnado. En 1950 decidieron instalarse en Buenos Aires. Cuando terminé el bachillerato, emprendí el "camino a Sión", tal y como se me había inculcado en la escuela judía sionista. Llegué a Jerusalén en 1969 y me matriculé en la universidad para estudiar Literatura Hebrea.

Sin embargo, el relato bien atado de mis profesores fue haciéndose añicos paulatinamente. Con colegas estudiantes empecé a conocer la vida de las personas palestinas que no habían sido expulsadas con la creación del Estado de Israel en 1948. Conocí las biografías de mis huéspedes autóctonos: matanzas infligidas por las milicias sionistas, pérdida de sus hogares y saqueo continuo de sus tierras.

De pesadilla en pesadilla escuchaba testimonios y leía. También de la minoría de personas judías israelíes antisionistas, que me ayudaron a desgajar mi relato mítico, sintetizado en el eslogan de "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra". Descubrí que los ancestros de mis colegas palestinas y palestinos habían vivido durante siglos en esa tierra. También, que la colonización sionista empezó a finales del siglo XIX para fundar un Estado con el mínimo posible de habitantes del pueblo autóctono. Y así se cumplió en 1948 con la Nakba, la limpieza étnica de Palestina, que estos días recordamos.

Conforme más conocía, más me alejaba de las convicciones sionistas que me inculcaron en la escuela. Esta sociedad israelí en la que pasé 14 años me lastimaba por la discriminación hacia el pueblo palestino y hacia personas judías orientales, por el expolio constante de los bienes palestinos, por su sistema de apartheid o por las incursiones mortíferas casi cotidianas en Gaza. Un Estado que no celebra la derrota del nazismo -sólo conmemora el genocidio judío- apropiándose de la memoria de familiares como los míos, como si los muertos fueran un trofeo de cacería.

Me despedí de esa tierra que nunca fue mía dejando atrás amigas queridas, asqueada de estos crímenes racistas que se cometían y se cometen en nombre del "pueblo judío". Me instalé en Francia. Después, en 2008, fundé en San Francisco con más compañeras IJAN (siglas en inglés de la "Red Internacional Judía Antisionista") afirmando nuestra identidad judía sin confundirla con el sionismo, siendo este un componente de las conquistas coloniales eurocéntricas.

Desde que fundamos IJAN, nos comprometimos con el movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) a Israel. El boicot es una herramienta noviolenta fundamental. Fue utilizado por Martin Luther King y Mandela. También se usó contra la dictadura argentina. El BDS fue lanzado por la mayor coalición de la sociedad palestina en 2005 y reivindica el cumplimiento del derecho internacional tras el fracaso de todas las negociaciones.

Por otro lado, no puede olvidarse que los mejores amigos de Netanyahu son líderes de extrema derecha o ligados a ella como Bolsonaro o Trump. La excrecencia más activa del lobby sionista en el Estado español es aliada de Vox. Es un insulto a la memoria de mis padres y de tantos judíos que cayeron bajo la barbarie nazi que racistas sionistas y que aliados actuales del neofascismo me llamen "antisemita". El que me diga "antisemita" que se lave bien la boca.

Ahora, estoy orgullosa de participar en BDS País Valencià y de que se me haya permitido participar en un curso del CEFIRE donde podré compartir mis conocimientos y mis experiencias. El curso se titula "Solidaridad y derechos humanos. Aprender a enseñar contra el odio y el racismo". Así, con memoria y solidaridad, esperamos contribuir a que, más temprano que tarde, llegue la paz y la justicia.