Muchos teatros públicos y privados de todo el mundo vienen ofreciendo en las últimas semanas la posibilidad de visionar obras teatrales, musicales, óperas, producciones de danza, etc., a través de diferentes plataformas digitales que permiten que, de manera gratuita en la mayoría de los casos, los aficionados a las artes escénicas podamos disfrutar de espectáculos que quizá, en otras circunstancias, no habríamos podido apreciar.

Podemos mencionar algunos ejemplos como muestra de las magníficas posibilidades que hemos tenido a nuestra disposición en estos meses de confinamiento. Así, gracias a la iniciativa del Teatre Lliure, pudimos recuperar Dues dones que ballen, y rendir homenaje a dos grandes, Josep Maria Benet i Jornet y Anna Lizarán, que ya no están entre nosotros; el National Theatre británico nos ha permitido disfrutar, hace tan solo unos días, de extraordinarias producciones de textos shakespearianos como Coriolano, Cuento de invierno o la extraordinaria Antonio y Cleopatra, con Ralph Fiennes y Sophie Okonedo, dirigidos por Simon Godwin, entre otras maravillas. Y, por cierto, para los nostálgicos y amantes del musical, Andrew Lloyd Weber nos va a regalar Cats en Youtube a lo largo de todo este fin de semana.

Quisiera mencionar, sin embargo, una propuesta del Royal Court Theatre, -uno de los teatros más prestigiosos del Reino Unido, y probablemente del mundo, especialmente en lo que se refiere a las nuevas dramaturgias- pensada especialmente para estos días de confinamiento también cultural. Se trata de una iniciativa totalmente distinta y especialmente recomendable, que podemos ver en su página web, cuya creadora es Hester Chillingworth, una joven y prometedora dramaturga y directora cuyo trabajo se sitúa a mitad de camino entre el teatro de texto y lo que habitualmente conocemos como performance. La instalación, porque de eso se trata, que la autora ha propuesto para el Royal Court Theatre lleva por título Caretaker que, en esta ocasión, podríamos traducir por «Vigilante». Se trata de una emisión a través de Youtube -y que se mantendrá constante hasta que vuelva a abrirse el teatro- que muestra en tiempo real el vacío escenario principal del teatro, con la escenografía de Shoe Lady, la obra que se estaba representando cuando la pandemia cerró con cierto apresuramiento los teatros. «Vigilar» esta instalación durante un buen rato, observar un teatro vacío, un escenario vacío, provoca muchos interrogantes especialmente en estos momentos en los que se cuestiona cuándo y cómo se reabrirán las salas de teatro. Leemos opiniones para todos los gustos de responsables políticos, de gestores culturales, de directores de festivales, productores, actores, sobre cuestiones que tienen que ver con la reapertura de las salas, desde cómo se podrían realizar los ensayos hasta la distancia mínima que tendría que haber entre espectadores, o el aforo máximo permitido y su repercusión en la economía de los teatros públicos y privados. En este sentido, hoy mismo leemos que el Festival de Almagro anuncia una reducción considerable en el número de espectáculos programados para su recortada edición del próximo mes de julio, y en estas mismas páginas se anuncia que nuestra Conselleria de Cultura alquilará, durante tres semanas entre septiembre y diciembre de 2020, diecisiete salas privadas de artes escénicas para programar doce espectáculos cada una, cuatro por semana. Hasta 204 espectáculos en un cuatrimestre, por tanto.

Y mientras, sigo observando ese escenario vacío, ese Royal Court Theatre vacío y, entre los diferentes pensamientos que me vienen a la cabeza al reflexionar sobre estas noticias, hay uno que me hace sentir cierta desazón. ¿Y los espectadores? ¿Cómo responderemos, por ejemplo, a esa amplia oferta? ¿Cómo reaccionaremos cuando vuelvan a abrirse los teatros y nos sentemos con mascarilla en un patio de butacas semivacío?

Quiero pensar que, en cada una de esas salas, cuando lleguemos a la «nueva normalidad», habrá un responsable de sala que unos minutos antes de empezar la función, se dirigirá al primer actor para decirle, parafraseando a Lorca: «Señor, ahí está el público». Y el primer actor, dispuesto como siempre lo están actores y actrices a darlo todo, a pesar de las más que probables adversas circunstancias, y seguramente emocionado por volver a pisar las tablas, responderá: «¡Que pase!»