Hace unos días, en uno de los ya cotidianos encuentros virtuales en este tiempo de encierro, escuché a Narciso Michavila explicar que, sin duda, estamos viviendo la crisis de nuestras vidas. Decía que, aunque no seamos del todo conscientes estamos a bordo de un barco abandonado el antiguo mundo y navegando hacia otro mundo distinto. Durante este viaje, hemos sufrido la mayor crisis sanitaria de los últimos 80 años y se ha gestionado de una manera más que cuestionable: llegamos tarde, no se hizo caso a las recomendaciones de la OMS, miramos hacia otro lado cuando veíamos cómo Italia se desangraba, para la Vicepresidenta Calvo ir o no a la manifestación del 8M era esencial, no se han hecho test masivos, o peor se han hecho test falsos, somos el país del mundo con más porcentaje de sanitarios contagiados, Iglesias entrando en el CNI gracias a los estados de alarma, ya puede saber si vamos o venimos y el 15 M fue un movimiento democrático y pro-libertades pero mis WhatsApp constituyen, si critican al gobierno, una amenaza para la seguridad nacional.

Y me pregunto si esta es la nueva normalidad del señor Sánchez. Si nos acercamos a nuestra tierra, la izquierda muy dada a lo largo de la historia a dividir entre buenos y malos, entre los del centro y la periferia, entre la España húmeda y la España seca, la España que se gestiona y la España gestionada, ha vuelto a darle una vuelta de tuerca y a establecer que de nuevo los valencianos somos ciudadanos de segunda. Parece que, por primera vez en la historia, no es culpa del PP, y resulta que el President Puig, como de manera brillante ha venido denunciando J. J. Zaplana portavoz de sanidad del PP en Les Corts, no había hecho suficientes test, y ese fue sido el motivo esgrimido por el gobierno de Pedro Sánchez para establecer que los valencianos, muy especialmente de Valencia ciudad, no podían pasar a la Fase 1 en la primera ronda y en consecuencia por ejemplo, la hostelería o el comercio han tenido que esperar. No le pido a Pedro Sánchez que confíe en Ximo Puig, pero sí que dejemos de ser el precio de sus hipotecas políticas y que nos respeten.

En otro orden de cosas. O nosotros o el caos, son frases recurrentes del gobierno en estos tiempos de encierro, de un gobierno que dice no tener un plan b. Aquí no hay desescalada, hay un descalabro de la economía, se estima que más de 200.000 empresas han cerrado ya, 6.000 al día. Más de 4 millones de españoles acogidos a ERTE. Más de 9 millones de españoles que quieren trabajar y no pueden. Urge abrir la economía, y se pueden hacer cosas como establecer rebajas fiscales para el sector turístico. No podemos dar por perdido el año; el sector de la automoción necesita oxígeno; o el campo, cómo vamos a recoger las cosechas si no hay movilidad entre provincias evitando la movilidad de los trabajadores. Y debe ser compatible con medidas para cuidar y proteger a nuestra sociedad. Desde el PP lo hemos explicado y entre otras medidas hemos propuesto mascarillas obligatorias, hacer test masivos, distancia de seguridad o la huella digital (pasaporte QR para libertad de movimientos de curados o infectados) como han hecho otros países europeos. Y liquidez, no sólo para pagar subsidios sino para que la gente encuentre trabajo porque las empresas y los autónomos salen adelante y para eso, insisto, urge abrir la economía, dejar atrás la política del anuncio y pasar a la política del acuerdo. El rescate, el gobierno debe aclarar, si habrá rescate o no. Y cuánto va a costar. Si afectará a los sueldos de los funcionarios o a las pensiones de nuestros mayores. Porque una cosa es un plan para salvar la economía y otra muy distinta un plan para promocionar el comunismo como pretende Pablo Iglesias. No tenemos todas las certezas, pero lo que sí parece claro es que vamos a convivir durante mucho tiempo con el virus y con sus consecuencias económicas, y creo que la mejor decisión que podemos tomar es confiar. Confiar en nuestra sanidad, en nuestros sanitarios, confiar en las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, confiar en los empresarios, en los autónomos, en su buen hacer, en su responsabilidad y profesionalidad, y confiar en la gente, en nuestra sociedad madura, capaz, solidaria y generosa, como ha demostrado estas últimas semanas y tantas y tantas veces que nos enfrentamos a dificultades.

No podemos seguir intervenidos por un gobierno que no funciona. Tenían la misión de protegernos, y nos han fallado. Escuchar al principal partido de la oposición es saludable y responsable. Los españoles quizás les perdonen algún día que no sepan. Lo que no les perdonarán es que no se dejen ayudar.