Esta pandemia ha provocado que aflore la fragilidad del ser humano, a la vez que ha sacudido nuestra conciencia a nivel personal, social y, también, profesional. Nos ha hecho valorar lo esencial; el «ser» se ha antepuesto al «parecer», y el «resolver» al «ya veré». Con todo, el tiempo nos dirá si esta nueva forma de actuar perdura o si por el contrario tenemos que aceptar «la insoportable levedad del ser».

Cuando se publicaron las primeras noticias sobre la pandemia en Wuhan actuamos creyendo que el virus no tenía pasaporte europeo. A continuación, nos comportamos como suricatas frente a las luces de un camión en la sabana, solo que estábamos en Valencia y no éramos suricatas. Inmediatamente nos llegó la gran bofetada de realidad contenida, nuestros familiares caían enfermos y contemplábamos impotentes cómo un virus ponía nuestras vidas del revés.

Fue en ese momento cuando aparecieron los líderes, tomando decisiones valientes, ejecutando medidas de protección social anticipándose a los hechos, abriendo caminos de investigación social colaborativa, sin egos, sin rivalidades, sin descanso. Salió la pura esencia de cada ser humano. Vimos cómo los sanitarios se implicaban con los pacientes por encima de ellos mismos, cómo los empresarios ponían sus recursos a disposición de las autoridades sanitarias y se transformaban industrialmente para, de alguna forma, sentirse útiles ante el reto que esta tragedia suponía. Vi como habilitaban procedimientos rápidos para la obtención de licencias de investigación y contener así la Covid-19.

Viví en primera persona cómo la sociedad estaba unida. Los grupos de científicos colaboraban con humildad con lo mejor de cada uno. Los valencianos nos volcamos para participar en la puesta a punto de kits PCR y kits serológicos para el diagnóstico de la Covid-19. Pacientes, médicos, biólogos, matemáticos, técnicos, dues, solos o en comités de ética, todos colaborando con un mismo objetivo. En pocas semanas conseguimos lo que nos habría llevado al menos seis meses en condiciones normales. Fueron momentos de unidad.

Los días eran jornadas interminables de trabajo, no había opción. No había fines de semana, ni paseos con nuestros hijos, ni abrazos, ni cervezas con amigos. Eran días en los que la ciudad estaba callada, en los que sólo cortaba el silencio, el sonido estremecedor de las sirenas de las ambulancias y el aplauso de las ocho.

Las cifras de la pandemia crecían, las noticias seguían alertando de la escasez de las famosas pruebas PCR. China estaba desarrollando pruebas de imagen de seguimiento a los contagiados. Todo ello hacía que a la vez nuestra motivación creciera y era sólo el cansancio físico el que nos ayudaba a conciliar el sueño, siempre escaso. La actividad de innovación sanitaria lo invadía casi todo.

Se ponía de manifiesto el hecho de que el diagnóstico y seguimiento de la Covid-19 requiere tecnología y experiencia en los ámbitos de la Genética y del Diagnóstico por Imagen. Dos campos que constituyen la base de la actividad de nuestro grupo biomédico, sintiéndonos así un poco afortunados y menos insignificantes al poder ayudar.

En Genética, la realidad de contar con toda la tecnología y experiencia de equipos multidisciplinares junto con el hecho de disponer de un laboratorio de bioseguridad equipado según las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos ha dado la oportunidad de utilizar toda nuestra capacidad y experiencia frente a la Covid-19. Estos desarrollos se han producido de la mano del Instituto de Salud Carlos III (Ministerio de Ciencia e Innovación) y del Hospital Clínico Universitario de Valencia. Este enfoque permite actualmente diagnosticar a más de 7.000 personas al día. Todo ello en línea con la legislación y disposiciones del Gobierno central y los gobiernos autonómicos.

Por su parte, en materia de Diagnóstico por Imagen (placas y TACs de tórax), la Covid-19 también ha retado a nuestro grupo a utilizar para el diagnóstico de esta nueva enfermedad, las herramientas de Inteligencia Artificial y Deep Learning con las que trabajamos habitualmente en la medicina personalizada y de precisión.

Y si investigar para poder aportar utilidad frente a la Covid-19 es imprescindible, la necesidad de compartir información es igual de importante. La Fundación Quaes comparte los avances en relación con la Covid-19 en investigación, diagnóstico y tratamiento a través de webminars internacionales. Al primer webminar asistieron casi 1.000 personas y se hicieron más de 300 preguntas, afortunadamente casi todas ellas con respuesta.

Costará tiempo superar el sufrimiento y los problemas sociales y económicos que esta pandemia está provocando, pero en materia de investigación me quedo con lo bueno, con estos días que aún continúan de compartir conocimiento, información y emociones para abordar futuros retos sanitarios. Es de desear que esta forma de trabajo colaborativa constituya una realidad que haya llegado para quedarse entre nosotros.