Este año 2020 celebramos el Día Internacional de los Museos en una situación absolutamente inesperada. Una temible pandemia recorre el mundo y el dolor y la incertidumbre se apoderan de millones de personas. Vivimos una época de escasas certezas y numerosas dudas, lo cual es un buen momento para detenernos en el descubrimiento de las miles de historias que los artistas crean y repensar el importante papel que los museos públicos nos ofrecen. Pues hay que tenerlo claro, el arte y los museos son parte fundamental de una sociedad más sana, colaborativa y solidaria.

Los museos son una antigua institución que, en los últimos años y en muy diferentes ciudades de todo el mundo, han sabido adaptarse a las nuevas circunstancias de un mundo más diverso, inclusivo y participativo. Muchos museos públicos han hecho suyos gran número de preocupaciones, intereses y planteamientos que lxs artistas y la sociedad están demandando. Otros (es cierto) se han quedado parados o no han sabido reaccionar. Por ello, es interesante aprovechar este día para reflexionar sobre las características que un museo europeo del siglo XXI debería contemplar. Para ello, es necesario escuchar las aportaciones que desde diferentes sectores (especialmente los artistas) se están haciendo desde hace tiempo. Ojalá que estos tiempos convulsos nos enseñen a escuchar más y mejor otras voces.

Es evidente que los museos no están aislados, sino que forman parte de una enorme red de instituciones, colectivos, personas de muy diversa condición que colaboran y hacen posible eso que denominamos el «mundo del arte». Por tanto, lo que pensemos para los propios museos debe guardar una estrecha relación con un ambicioso proyecto de gran alcance y profundidad donde no haya espacio para las ocurrencias del último momento y sí para la inteligencia de un plan pensado con detenimiento y participación de los diferentes sectores implicados.

La situación del arte y los artistas es bien conocida: mínima consideración social hacia su trabajo, profunda precarización e inestabilidad laboral, escaso apoyo público a sus proyectos y olvido de su papel cultural y económico. Ante esta grave situación diferentes asociaciones han ido planteando alternativas que no siempre han sido escuchadas atentamente por los poderes públicos. Más bien al contrario, o han sido ignoradas o han sido confundidas con subvenciones, cuando lo necesario son planes que creen estructuras sólidas que permanezcan en el tiempo y consigan generar un amplio tejido artístico.

Tal vez, estos meses de confinamiento podrían servirnos para reflexionar, intercambiar opiniones, enriquecer puntos de vista y valorar lo que el mundo artístico viene planteando. Tendríamos que aprovechar esta profunda crisis, estos meses de suspensión, para repensar nuestras prácticas, nuestros valores y nuestras prioridades. Deberíamos tener la audacia de inventar nuevas formas de relación con la creación artística, con los creadores, con los diferentes públicos y plantearnos maneras de hacer y de ver las artes acordes con los tiempos que se avecinan. Esta, al menos, es la opinión del IVAM. En este sentido hay algunas cuestiones centrales que desde el IVAM ya estamos poniendo en marcha y otras en las cuales deberíamos insistir más como, por ejemplo, las siguientes:

-Profundizar en una clara identidad del museo que le dote de personalidad y lo aleje de las lecturas homogeneizadas y estandarizadas de lo que es la historia del arte y la creación artística.

-Establecer una cada vez mayor y más profunda relación con el entorno, dando pie a colaboraciones con personas y colectivos próximos, pero sin que ello signifique crear ningún tipo de proteccionismo o «frontera» que niegue cualquier forma de diferencia.

-Concebir el museo como un espacio imaginativo y de conocimiento, de participación y colaboración, de integración e intercambio que evidencie su papel indispensable en la sociedad.

-Crear redes de complicidad con otros centros o museos nacionales e internacionales con el propósito de enriquecer las programaciones, construir proyectos conjuntos e intercambiar programas.

-Potenciar nuevas estrategias digitales que permitan otras formas de experiencia y de interrelación en todos los campos. Ante una realidad sin precedentes necesitamos también acercamientos sin precedentes.

-Posibilitar museos y centros de arte gestionados por profesionales sin injerencias políticas, valorando su tarea por la capacidad profesional y no por las simpatías partidistas.

-Ayudar a construir una red de espacios de producción paralelos en diversos lugares geográficos donde lxs artistas tengan los materiales y las oportunidades de ir desarrollando su trabajo.

-Colaborar íntimamente con las Universidades para potenciar las bibliotecas de los museos y las tareas de investigación, debate y conocimiento que forman parte intrínseca del quehacer museístico.

-Construir una sólida, pensada, específica y protegida colección de arte (local, nacional e internacional) con los artistas y las galerías que posibilitan la difusión y el conocimiento de las obras.

-Conseguir condiciones dignas de trabajo para todas las personas implicadas en el mundo del arte, desde lxs creadorxs a los montadorxs, pasando por los diseñadorxs o lxs técnicos de sonido.

Si a la fragilidad de una gran parte del mundo artístico le unimos la incertidumbre económica y social del actual ciclo político entenderemos la urgente necesidad de crear nuevas perspectivas y nuevas maneras de entender la creación, la difusión y el conocimiento del arte. Los museos en general y el IVAM en concreto, no pueden estar al margen de un debate (que tiene que ser colectivo y participativo) acerca del modelo y del papel que el arte y la cultura deben de jugar en la sociedad los próximos años.

Hoy en día no podemos saber todavía si nos enfrentamos a un cambio de paradigma o a un simple retoque de determinadas cuestiones puntuales, pero lo que sí podemos hacer es ir construyendo alternativas que vayan más allá de lo inmediato y posibiliten profundos cambios estructurales. Y esto no se podrá llevar adelante si desde determinados estamentos políticos se tiene miedo a la capacidad de invención y de libertad que el mundo artístico reclama. La pregunta continúa en pie: ¿quién teme al arte y a los museos?