Hace unos años un neurólogo de la Universidad Emory de Atlanta, Gregory Berns, publicaba un curioso ensayo en The New York Times bajo el titular «En tiempos difíciles algo a lo que debemos temer es al miedo». En él se decía que nuestra sociedad se parece cada vez más a una inmensa caja de Skinner. Esta caja es la clásica cámara de condicionamiento operante, en otras palabras, una jaula que enseña al animal de laboratorio a asociar luces y palancas con premios y castigos. Se enciende una luz y si el animal acciona una palanca recibe comida. Si acciona otra palanca, recibe una descarga eléctrica. En pocos días, cualquier ratón de laboratorio aprende cuál es la palanca que debe accionar y cuál es la que nunca debe tocar.

Todos los animales, incluidos nosotros, realizamos muy rápido este tipo de asociaciones. Al poco tiempo, no hace falta que se encienda la luz, con solo ver la caja algunos se preparan para sufrir la descarga.

Pues eso mismo es lo que está hoy ocurriendo en nuestro mundo global. Muchas personas que conocemos están asustadas: el miedo a la enfermedad, el miedo a perder el trabajo o a perder dinero se ha extendido provocando una gran pandemia de miedo o angustia ante la situación sanitaria y económica.

Para Berns, este miedo es un impulso de conservación profundamente asentado, pero que nos impide concentrarnos en cualquier cosa que no sea «salvar el pellejo» y abandonar la caja intactos. Cuando el miedo es pandémico, nos introduce en una espiral de la que es muy difícil salir. Cuanto más necesario es tener nuevas ideas nos vemos atrapados en una situación en la que lo único que nos preocupa es conservar lo que tenemos.

Berns, nos dice que la única forma de salir de esta espiral es no sembrar miedo. Esto significa evitar a los pesimistas, apagar los medios de comunicación que alimentan el miedo a la crisis y estar preparado, pero no permanentemente vigilante. Esto nos permitirá pensar con más claridad y tomar decisiones con los datos que nosotros necesitamos y no con los acontecimientos negativos producidos en cualquier lugar del planeta.

Como pediatra y defensor a ultranza de las vacunas, quiero aportar nuestro grano de arena a la «vacuna contra el miedo» con todo tipo de acciones positivas que siempre existen en nuestro entorno más inmediato. La vacuna llegará, pero mientras tanto evitemos que a la pandemia sanitaria se añada otra de nuestro ánimo.