Estos días se cumplen los veinticinco años de la creación de la Compañía Teatre Micalet. En efecto, hace veinticinco temporadas que Joan Peris, Ximo Solano y Pilar Almeria tuvieron la iniciativa de recuperar el mítico teatro de la centenaria Societat Coral «El Micalet». (digo mítico, al recordar su etapa de teatro independiente y de la Nova Cançó) para crear un centre de producción y exhibición teatral.

Este hecho adquiere un tono emotivo si has sido testigo de esta experiencia desde sus primeros segundos de vida, desde Nàpols Milionària (Eduardo de Filippo), la obra que dio comienzo a un nuevo proyecto que tuvo dos consignas que se han mantenido: el teatro de repertorio y en valenciano.

Esto es muy significativo porque cada vez estoy más convencido de que tanto el Micalet como el desaparecido Espai Moma jugaron un papel fundamental a la hora de recoger ese genuino espíritu de lo que significa teatro público, es decir, el señalado repertorio y vanguardia.

Porque si hacemos historia y los unimos, descubrimos que, de alguna manera, ofrecían no un complemento, sino un contrapunto a un teatro público de producción que se desdibujó cuando, años ha, el Centre Dramátic fue sustituido por el cajón de sastre de Teatres de la Generalitat, un cajón que sigue con el Institut Valencià de Cultura. No digo que ha habido algunas etapas más certeras, incluso montajes muy significativos, pero, en general, sin recobrar el sentido original.

Así que este aniversario -¡vaya!, coincide con la pandemia del coronavirus y lo mucho que esto repercutirá en la actividad teatral- debería de servir para repensar muchas cosas, aparte, claro, de homenajear una trayectoria capaz de ofrecer una programación estable de espectáculos con la suficiente calidad como para configurar un público fiel a la sala. Del éxito Ballant Ballant a lo último, la tercera reposición de Nadal en casa els Cupiello (Eduardo de Filippo), pasando por un repertorio reseñable: Priestley, Molière, Bretch, Fo, Zarzoso, Dürrenmatt, Molins, , Sirera, etc. Y tira porque le toca, porque hace dos temporadas pudimos ver un Chéjov (El jardí dels cirerers) valenciano y de gran solidez formal.

Esto ha sido posible porque la compañía y teatro han sido siempre fieles al trabajo de actores, directores (especialmente J. Peris) y otros colaboradores artísticos de nuestra comunidad. A diferencia de las otras artes, en el teatro siempre es posible comenzar de nuevo, porque la pizarra se borra constantemente (P. Brook). Pero imborrables son algunas de las imágenes y recuerdos del Micalet.