B ien es sabido en el sector empresarial y económico, tanto en el caso de grandes empresas, pymes o microempresas, que los meses de noviembre y diciembre tienen un pico de trabajo excepcional en los departamentos financieros y de contabilidad. Una situación que también es conocida por el autónomo que dirige un pequeño negocio. Tampoco descubro nada si afirmo que, entre los meses de marzo a junio, todas aquellas empresas con obligación de auditarse o las que deciden hacerlo voluntariamente, viven su particular examen final, su prueba de fuego, su estreno con público, su oposición ante un tribunal.

Pero quién nos iba a decir que a 31 de diciembre de 2019, cuando las empresas finalizaban su ejercicio social y se iniciaba el proceso de cierre de la contabilidad con el fin de proceder a la formulación de las cuentas anuales, que nos recibiría un 2020 inesperado, desconcertante, en el que tendríamos que improvisar, casi a cada semana, sin poder adelantar una previsión de futuro inmediato. Nosotros, los auditores, que basamos nuestro trabajo en la planificación, en el control, la verificación o el seguimiento; con palabras como plazos, periodos, intervalos o vencimientos que están en nuestro ADN. Fechas que el Estado de Alarma ha aplazado, retrasado, pospuesto. Es decir, habrá casos en los que todo el proceso de formulación, verificación y aprobación de cuentas finalice en otoño, algo absolutamente excepcional. Tanto desde las firmas profesionales como desde el Colegio de Auditores de la Comunidad Valenciana estamos trabajando en la planificación necesaria para adaptarnos a este calendario. Esto puede implicar una carga de trabajo importante en verano, que será duro gestionar, pero estamos preparados. En nuestros principios está el compromiso con nuestros clientes de estar a su lado y facilitarles nuestra labor. Empresas y autónomos que son el pilar fundamental de nuestra economía. Nosotros, que los conocemos, sabemos de la capacidad que tienen para adaptarse a situaciones excepcionales y aprender de ellas para salir más fuertes.

En la Comunidad Valenciana (CV) se auditan 3.675 empresas, que suponen el 20,5% del tejido empresarial, el 32% de ellas voluntariamente. Esto representa el 76,5% de la cifra de negocio de todo el sector privado. Elevar las exigencias de transparencia y de fiabilidad de la información financiera va a ser una de las consecuencias de esta pandemia. Los mercados y los usuarios así lo van a requerir, y se convertirá en valor al alza, especialmente si se pretende acceder al crédito y a la financiación necesaria para mitigar el impacto y los riesgos financieros. Y una vez más los auditores estaremos preparados para dar la respuesta que la sociedad espera de nosotros, para cumplir con esos requerimientos de calidad necesaria y garantizar los atributos mencionados de transparencia y fiabilidad en la información que llegue a los mercados.

La repentina transformación digital nos ha permitido cumplir adecuadamente con los requerimientos de intercambio de información y de presentación de los resultados de las auditorías y los propios empresarios nos están trasladando que, en la medida que todos podamos cumplir con los plazos inicialmente previstos para publicar la información financiera, mejor. Un trabajo realizado no sin esfuerzo, por lo que ha supuesto de adaptación, pero también de colaboración: ayudando a las empresas a ser más transparentes y generar confianza, pero también más competitivas. Ese es el valor del auditor: fomentar la reputación corporativa de las compañías.