En la nueva normalidad, ya sin el virus o con su presencia entre nosotros aceptada y controlada, aspiro a una sociedad que sea más consciente de sí misma. Y que logre rescatar algunos consensos de la disputa política y de la bronca áspera de estos días: la de las redes y también la de la calle.

Tampoco debemos ceder al alarmismo, porque estoy convencido de que somos muchos más los que no gritamos y no agitamos banderas contra el vecino como si fueran palos; que la parte de la sociedad que es respetuosa, tolerante y educada sigue siendo la inmensa mayoría, aunque a veces cueste de creer.

No podemos normalizar una convivencia crispada y excluyente en la que las voluntades se imponen precariamente por la fuerza del grito y la mentira, a la espera de que el próximo grito y la próxima mentira las sustituyan. Al igual que no podemos tolerar una convivencia en la que la vida, la forma que tenemos de trabajar, de amar a los nuestros o de pensar en el país que queremos se mida en decibelios y no en argumentos, en la que la histeria secuestre los proyectos.

Si consentimos esto habremos perdido. Tiene que ser todo lo contrario y tenemos que trabajar para conseguirlo, convencidos de que la sociedad que nos espera debe recuperar el valor de lo público. Me refiero tanto al interés por la política real, como por la red de servicios y garantías que pagamos y disfrutamos todos nosotros y que otros países desarrollados ni sueñan tener. Quien lo dude puede hacer la comparación o preguntar cómo le va a la gente humilde en el paraíso del liberalismo salvaje.

Ahora ya hemos visto lo que vale una sanidad pública, universal y de calidad que te atiende seas quién seas, vengas de donde vengas y tengas lo que tengas en los bolsillos. O la educación pública, que es la verdadera garantía de igualdad entre los valencianos y las valencianas; la clave de formación para entender y participar del mundo con cordura. O las fuerzas de seguridad, que se han multiplicado por cubrir con éxito cada misión que se les ha encomendado. Ahora hemos comprobado que cuando más llueve los recursos de la Administración pública son los primeros en movilizarse y los más eficaces.

Por eso espero que esta experiencia redimensione el concepto que tenemos de los impuestos. Cada euro que se ha puesto en juego ha salido de nuestros bolsillos, y por eso el fraude fiscal -en la escala que sea, grande o pequeña- es un delito inadmisible contra el conjunto de la sociedad. Cuando se hace esto, no es que sólo estés defraudando un euro, se nos está robando por ejemplo, un médico. Se entiende, ¿verdad?

Es hora de cambiar nuestros héroes y dejar de reír las gracias al tramposo. Y es hora de dejar de frivolizar con bajadas de impuestos demagógicas que sólo se entienden si piensas recortar o privatizar los servicios básicos.

Hemos visto también que tenemos que ser capaces de diversificar nuestra economía, ayudar, potenciar y redirigir sectores claves como el turismo y la construcción apostando por la innovación, la calidad y la sostenibilidad. Como también debemos consolidar todos los avances conseguidos en los últimos años en la reindustrialización, la investigación y el desarrollo en la Comunitat Valenciana.

Hay que dar la importancia que merecen a nuestros productores, a la gente de la tierra y del mar, que han estado en la primera línea en estas semanas de dificultad, abasteciendo nuestras despensas

Y una reflexión más, si me lo permiten. La Generalitat Valenciana ha gestionado esta emergencia histórica y desconocida de manera eficaz, volcando todos los recursos humanos y económicos de los que se ha dispuesto, pero con una mano atada la espalda por culpa de la infrafinanciación que padecemos. Y aunque el Gobierno de España haya activado importantes mecanismos de ayuda a las comunidades autónomas, que es algo que hay que agradecer y poner en valor, los valencianos no podemos dejar de reivindicar aquello que nos corresponde.

A la nueva normalidad sólo le pido que seamos más respetuosos, más tolerantes, más conscientes. Que valoremos y defendamos lo que tenemos, que no renunciemos a mejorar de forma planificada y sostenible. Que actuemos con confianza, pero también sabedores de que lo inesperado puede ocurrir en cualquier momento y debe encontrarnos unidos, preparados y demostrando la fortaleza de la sociedad valenciana.