Resulta paradójico que, a las puertas de explorar colectivamente lo que se ha denominado la nueva normalidad, no veamos más que incertidumbre envolviendo el futuro de nuestras Sociedades Musicales y sus Escuelas de Música. Paradójico, digo, porque no hay que olvidar que la música ha sido una de las protagonistas del periodo de confinamiento más duro, convertida en abanderada de los mensajes positivos y de la esperanza. Seguro que guardan en la memoria de su móvil algunos de los cientos de vídeos que circularon por las redes sociales el pasado 19 de de marzo, día de San José, a raíz del #FestivaldelsBalcons organizado por FSMCV; o tal vez tengan grabado en la mente, para siempre, alguno de los infinitos momentos musicales que se han vivido en toda España desde tantos balcones. Es en momentos difíciles como estos donde sale a relucir la grandeza del movimiento de las Sociedades Musicales. Nuestros músicos, cada uno desde su balcón, lograron formar una inmensa banda que traspasó incluso las fronteras de la Comunitat Valenciana para poner de manifiesto esos valores que nos identifican y que nos hacen únicos en el mundo, no sólo como movimiento musical, sino también cultural y social, destacando por la colaboración, la entrega, el sentimiento de colectivo, la creatividad planteada desde la diversidad y un largo etcétera.

Las sociedades musicales representan el primer agente cultural de la Comunidad Valenciana según la Universidad de Valencia y son un movimiento cultural único en el mundo. Un movimiento inmenso compuesto por más de 1.100 bandas de música, 200 orquestas de cámara y sinfónicas, 200 corales, 5.300 profesores, 50.000 músicos, 60.000 alumnos, 200.000 socios y otros tantos miles de voluntarios que, de forma totalmente altruista, sostienen las bases de este patrimonio cultural que atesora nuestra tierra.

Representamos un patrimonio con siglos de historia y una historia llena de vicisitudes, como la que estamos viviendo en estos momentos y que va suponer una auténtica prueba de fuego para nuestro futuro. La crisis provocada por el COVID-19 representa un fortísimo quebranto económico, con pérdidas que alcanzan los 5 millones de euros sólo en los tres primeros meses. A ello habremos de sumar el necesario impacto en nuestros 600 centros educativos y las consecuencias que traerá consigo esa «nueva normalidad», con los correspondientes cambios de hábitos y las inversiones necesarias para su puesta en marcha. Necesaria inversión y pérdida de ingresos: difícil ecuación, más si cabe para unas sociedades musicales que se sostienen en gran medida del esfuerzo de sus socios. Nos enfrentamos, por tanto, a un escenario sin precedentes, en el que ciertamente las sociedades musicales se juegan la supervivencia.

La nueva normalidad va a traer consigo ajustes que van a golpear de pleno el funcionamiento de nuestras sociedades musicales. Los ensayos, los conciertos, las escuelas, las fiestas populares, todas las actividades que envuelven a nuestro colectivo son de alto riesgo de contagio. La seguridad y la salud de nuestros músicos y de la población debe ser lo primero que tengamos en mente, es evidente. Por ello, adaptarse a esta realidad supone un desafío sin precedentes que invita a una fuerte reflexión.

Nos preocupan nuestros centros educativos, en su mayor parte deficitarios y que dependen de los ingresos que recauda la banda de su sociedad musical al actuar en los diversos actos festivos. Ingresos que, lógicamente, no van a llegar este año. Así que la situación de partida es crítica. Si previamente podíamos contar con 10 alumnos por clase, es probable que para respetar las medidas de seguridad sanitaria tengamos que reducirlos a la mitad. Esto se traduciría en duplicar las horas lectivas para poder atender al mismo alumnado, con el consecuente aumento en gastos. Gastos a los que se tendrían que sumar las inversiones para acondicionar las aulas: geles, mamparas, mascarillas, guantes. Un auténtico dineral.

Nuestras escuelas han sido un magnífico ejemplo de innovación y de adaptación desde que se puso en marcha el estado de alarma. El pasado 16 de marzo desde la FSMCV pusimos a disposición de nuestras sociedades musicales una guía de plataformas musicales gratuitas para seguir ofreciendo sus clases a distancia. Estamos muy orgullosos de que prácticamente la totalidad de nuestras escuelas, con un esfuerzo tremendo, pudieran adaptarse a estos nuevos métodos rápidamente. Aun así, desde entonces ya hemos perdido más de un 10% del alumnado. Es una situación comprensible, la herida económica que está produciendo en muchas familias el Covid-19, va a hacer que recorten gastos «no esenciales». Desde FSMCV calculamos que para el curso que viene podremos perder hasta un 40% del alumnado. El riesgo de desaparición de nuestros centros educativos y con él de nuestras sociedades musicales, nuestro ADN más valenciano, es real.

Llegados a este punto querría recordar que nuestras sociedades musicales fueron declaradas Bien de Interés Cultural Inmaterial en 2018 (Decreto 68/2018 del Consell). La ley de Patrimonio Cultural Valenciano preceptúa, además, el deber de los poderes públicos de velar por la preservación de aquellos bienes que hayan sido objeto de la máxima protección como los Bienes de Interés Cultural. Sin lugar a dudas, es ahora cuando realmente se debe demostrar la verdadera aplicación práctica de esta declaración. Es el momento de que los gobiernos -a escala municipal, provincial, autonómica y estatal- demuestren este apoyo y acudan, de urgencia, a la llamada de ayuda que estamos lanzando desde nuestras sociedades.

No sólo necesitamos un fuerte respaldo económico, también necesitamos cuanto antes claridad en los protocolos sanitarios y de seguridad. No nos sirve de nada el atisbo de esperanza que supone poder dar conciertos al aire libre para 400 personas si no sabemos cuándo y cómo van a poder ensayar nuestras bandas. Uno de los valores que nos identifican como colectivo y nos enorgullecen es el de la intergeneracionalidad. Compartimos nuestra música, nuestras aventuras, nuestra pasión, entre personas de cualquier edad. Tenemos que encontrar la forma de perpetuar este movimiento sin poner en riesgo a nuestros mayores.

En definitiva, es tiempo de reflexión, de reinventarse, de redoblar esfuerzos, es tiempo de explotar al máximo nuestra red asociativa, de mostrar solidaridad y compromiso con nuestros socios. También es tiempo de exigir. Exigir protección a nuestros gobiernos y ayuntamientos, es el momento de exigir que atiendan el colectivo de las sociedades musicales, Bien de Interés Cultural, patrimonio de todos los valencianos y valencianas. Y nuestra supervivencia, depende de ello.