Vivimos en un mundo interconectado, prácticamente 24 horas conectadas a Facebook, Instagram y Twitter. Y esto está haciendo que la política popular, la que se hacía en las calles, la conocida «política de bar» ahora sea la «política de Facebook». En estas plataformas virtuales podemos expresarnos con total libertad, contar lo que nos molesta de la clase política, lo que haríamos nosotras, pero las redes, a diferencia del bar, llegan a mucha más gente. En el bar estáis tus cinco colegas, el camarero o camarera y tú, en redes te leen tus 500 amigos.

Debemos ser conscientes de que lo que hacemos en las redes tiene una repercusión cada vez más grande en las elecciones, en las campañas de propaganda política, en las decisiones que se toman.

Sabemos, es algo que está demostrado, que hay fábricas de troles (de mentiras) trabajando en pro de unos u otros intereses. Con esto lo que consiguen es: primero, propagar bulos para in cidir en las opiniones políticas y económicas de la gente y segundo, crear un clima de desinformación y conseguir que la gente piense que ya no sabe qué es verdad y qué es mentira. Pero, nosotras debemos ser más inteligentes, debemos sacar nuestra capacidad analítica y crítica (esa que nos quieren quitar arrebatándonos la filosofía, la historia o la literatura de los institutos).

Tenemos que empezar a tomar consciencia que Facebook, que Instagram, que Twitter no son elementos inofensivos en la política, al contrario, son decisivos. En la era de la tecnología la política también ha cambiado como lo ha hecho el periodismo, el deporte, los juegos de azar e incluso el tipo de relaciones interpersonales. Cuando entramos en Facebook, por poner una red, es como si hace 100 años entrásemos a un bar y oyésemos las conversaciones que tienen entre unos y otros sobre los sueldos, las vacaciones, los impuestos que hay que pagar, con la añadidura de que ahora tan pronto puedes estar en el bar afín a Amancio Ortega y, al momento, en el de los defensores de la Pasionaria. Facebook es una exposición abierta a cualquiera que quiera mirar de la sociedad.

Lo que se ve en las redes es preocupante. Es odio, es poco sentido común, es poca responsabilidad informativa, ya que no importa si la noticia compartida es verdadera o no, y es poco contenido ideológico escondido bajo frases redundantes. Lo que se ve es que se ha perdido el punto intermedio, que no basta con rebatir, hay que humillar, aniquilar como diría en su lenguaje guerracivilista Abascal. En las redes, hay la misma hipocresía y la misma falta de seriedad que muchas veces en el Parlamento a la hora de hablar de temas que requieren una rigurosidad. Por tanto, poca prudencia y mucha arrogancia. Y eso es lo que ven los políticos y eso es lo que hacen, ¿o lo que hacemos nosotras por imitación a ellos? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

Este clima político y social es un camino sin salida. Si queremos salvar la democracia, si queremos restituirla, si queremos tener una política competente debemos comenzar a cambiar cada una de nosotras en nuestras actitudes y debemos comenzar a exigirle ese mismo cambio a los partidos que nos representan. Así podremos volver del callejón a la senda. A la senda de las propuestas, de medidas, de leer los programas electorales, de saber qué propone cada partido, y lo más importante, qué hace cada partido. Se podrá volver a discutir sobre política en lugar de llamarnos «golpistas», «asesinos», «venezolanos», «anti-españoles», «cacatúa», etc. Esa retórica no sirve, es superflua, esconde la verdad.

Con el objetivo de llevar a término este proceso de restitución de la vida política la población necesita manifestarse, expresar sus exigencias a los políticos y para eso tenemos la herramienta de las redes sociales. A través de ellas, las ciudadanas tenemos una vía de presión. Hacer manifestaciones en las calles es importante y debe continuar esa forma de protesta pero ¿cuántas personas pueden ir? ¿120.000 en cada ciudad? Ahora pensad, ¿cuántas personas pueden compartir un hastag por internet? Millones. Millones de personas tuiteando las mismas frases, utilizando las mismas palabras, el mismo símbolo, protestando por lo mismo, con la misma reivindicación. Esa es la nueva forma de exigir, de luchar. Es una forma de presión porque las redes es otro lugar en el que vivimos, es otro mundo del que formamos parte y las reivindicaciones deben trasladarse a él.

Cuando haya una gran protesta tendrá que ser en los dos mundos: el real y el cibernético. Las organizaciones sociales y sindicales tienen ahí una nueva tipología de protesta y presión al poder estatal pero necesitan movilizar a la gente. Y la única manera de concienciar a la gente es el empoderamiento, esa es la clave para conseguir objetivos como que se blinde la sanidad pública o que se potencie el transporte público, que se reduzcan los impuestos a los pequeños comercios y clase trabajadora y se suban a las grandes fortunas. La gente debe tomar consciencia de que son capaces, de que todavía tienen poder, de que nunca se ha conseguido nada sin protesta y sin lucha de la clase trabajadora o de la clase media, no importa como quieran llamarla. Que cada acción suma. Y en este contexto, las redes entran como arma decisiva en esta nueva lucha de este nuevo siglo. Las redes en el siglo XXI son las barricadas del siglo XX.