Es difícil poder decir que, de una situación como la que estamos viviendo, vamos a sacar algo bueno. La enorme pérdida de vidas, la degradación de la economía y de la vida social es tan grande, que evidentemente eclipsa las pocas cosas buenas que podemos encontrar, pero, como dicen los gallegos cuando hablan de las «meigas», «haberlas haylas».

En mi opinión, La Gran Reclusión que nos ha tocado vivir nos ha pegado un Gran Empujón, un Gran Empujón digital, que ha provocado que grandes barreras generacionales que impedían un mayor desarrollo digital, hayan desaparecido en cuestión de horas. Ha sido como el desmoronamiento de las infranqueables murallas de Jericó tras el sonido de las trompetas a la puerta de la ciudad. Hemos avanzado en horas lo que nos estaba costando años. Nos hemos dado cuenta que hay otra forma de trabajar, el teletrabajo, que casi no estábamos usando en España (un 4,3% según EuroStat), que puede ser incluso más productiva que el trabajo presencial al que estábamos acostumbrados, porque, de un plumazo, hemos eliminado tiempos de transporte, ladrones de tiempo, reuniones presenciales absurdas, el presentismo laboral y voilà, nos hemos convertido, los que hemos podido hacerlo, en personas más productivas, si cabe.

En definitiva, en muchos casos, no en todos, hemos tenido que adaptarnos al trabajo remoto y hemos podido hacerlo. La tecnología estaba esperando pacientemente, agazapada, el momento en el que le diésemos la oportunidad de demostrar su valía porque, como ha quedado claro, ya disponíamos de los elementos tecnológicos necesarios. Es verdad que algunas organizaciones estaban ya preparadas, incluso con escenarios de riesgo parecidos al actual en sus Planes de Continuidad de Negocio. Otras han tenido que improvisar, pero lo están pudiendo hacer con más o menos problemas y mayor o menor coste. De hecho, durante la Gran Reclusión, hemos visto cómo, aparte de acabarse el papel higiénico, los guantes, las mascarillas, el gel hidro-alcohólico o las mancuernas para hacer ejercicio en casa, también ha habido problemas de abastecimiento de suministros tecnológicos como consecuencia del Gran Empujón. Según recoge en su informe la consultora NDP Group , publicado recientemente, periféricos como las webcam han visto como sus ventas han subido un 179% en marzo respecto al mismo período del año anterior, llegando a una situación de desabastecimiento o de escaladas de precio relacionadas con el incremento de la demanda. Algo similar está ocurriendo con otros elementos tecnológicos.

Esta nueva forma de trabajar forma ya parte de esa nueva normalidad de la que tanto hablamos y que ha venido para quedarse. El Gran Empujón digital ha eliminado las barreras en los inmigrantes digitales y nos ha hecho perder el miedo como Sociedad no solo al teletrabajo, sino también a las videoconferencias, a las compras on-line o a los medios de pago digitales. Tras el Gran Empujón estaremos más tiempo en línea, usaremos más las redes sociales y será normal comprar a través de Internet o conectarse de forma remota a las redes corporativas para trabajar. Son hábitos que se han generalizado en toda la población y que han venido para quedarse como parte de la Sociedad Digital.

Cuanto más desarrollamos la Sociedad Digital, más dependemos de la tecnología. Si en condiciones normales ya estábamos hablando de la vertiginosa velocidad de las tecnologías digitales, el Gran Empujón ha sido como conectar el turbocompresor de un motor de combustión. Hemos salido disparados en la adopción de tecnologías digitales permitiéndonos hacer muchas más cosas desde casa. Sin duda, esta situación tendrá aspectos positivos en cuestiones como la reducción del tráfico, la conciliación, la repoblación de pequeños núcleos urbanos, pero también tendrá aspectos negativos ya que en muchos casos hemos tenido que hacer la transición sin poder poner orden en nuestras defensas, en nuestras capacidades de gestión de la seguridad, porque primaba poder seguir viviendo y trabajando.

Los cibercriminales han tomado buena nota de ello. Parece normal que, en esta situación, la ciberdelincuencia esté avanzando mucho. Instituciones como la ONU, Interpol o Europol muestran su preocupación por la evolución de los acontecimientos a corto plazo, incluso analizan la transformación que va a sufrir el cibercrimen en el escenario post-pandemia con un cambio de hábitos masivo en la forma de trabajar y de vivir.

Como especie siempre hemos sido capaces de lo mejor y de lo peor. Somos capaces de mostrar comportamientos heroicos como los de médicos, policías, bomberos, militares e incluso todos los que hemos podido adaptarnos a una nueva forma de trabajar de la noche a la mañana. También somos capaces de lo peor. Aprovechar la situación para lanzar campañas de cibercrimen relacionadas con la Pandemia aprovechando la necesidad y la ingenuidad del ser humano. Hace falta ser mezquino para, en esta situación de necesidad, distribuir un «ransomware» en cualquier organización capaz de «secuestrar» los sistemas de la organización, parándola y exigiendo una rescate para liberarla. Si además, la operación se desarrolla contra una instalación sanitaria, el delito no tiene nombre en estos trágicos momentos.

Mucho nos queda por hacer. Protejámonos de las malas prácticas. Tengamos cuidado y saquemos todo lo positivo de ese Gran Empujón evitando que se convierta en un «gran revolcón» por la malicia de unos pocos.