Una vez que ha pasado el grueso de la pandemia, y que la economía española empieza a despertar gradualmente, son muchos los sectores que comienzan a activarse. También en el sector turístico se empiezan a reabrir diversos establecimientos bajo los protocolos marcados por el Gobierno, que tanta controversia han causado dentro del mismo. Además, se empiezan a percibir cuáles serán las tendencias de viaje en la nueva normalidad, conociendo las épocas del año favoritas para hacerlo y los destinos más demandados. El turismo de interior, término que se acuñó en España para hacer referencia a todo aquello que no es turismo de sol y playa o turismo urbano, que engloba tipologías como el turismo rural, de naturaleza, de montaña, de aventura, ecoturismo, enoturismo u oleoturismo, por sus propias características y atractivo, parece alzarse como «la joya de la corona», acaparando gran parte de la demanda. ¿Debe ser el turismo de interior el garante del sector en las actuales circunstancias?

El turismo rural, aunque puede interpretarse de diversas maneras, es quizá el más representativo dentro de los nuevos turismos de interior. La Organización Mundial del Turismo (OMT) lo define como «el tipo de actividad turística en el que la experiencia del visitante está relacionada con un amplio espectro de productos vinculados por lo general con las actividades de naturaleza, agricultura, las formas de vida y las culturas rurales, la pesca con caña y la visita a lugares de interés». Las actividades de turismo rural se desenvuelven en ambientes rurales, no urbanos, que tienen unas particularidades concretas: baja concentración de habitantes, espacios territoriales donde predominan el cultivo de la tierra y la silvicultura y organizaciones sociales y formas de vida tradicionales.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en el año 2015, en nuestro país se ofertaron 143.994 plazas de alojamiento rural distribuidas en 15.384 establecimientos de turismo rural. Además, se ofrecieron 21.982 puestos de trabajo. Centrándonos en la Comunidad Valenciana, ésta dispuso de una oferta de 915 establecimientos rurales, que contaron con una capacidad media de 9.304 plazas, y que emplearon a 1.374 personas. No obstante, según datos del Eurostat, la demanda turística se concentra en poblaciones costeras, por lo que el turismo rural queda relegado a un papel secundario, aunque puede convertirse rápidamente en el protagonista de esta historia.

Algunas de las experiencias más importantes que se ofrecen en la actualidad vinculadas con el turismo de interior son: actividades de aventura como barranquismo, espeleología, kayak o escalada, visitas a bodegas y viñedos, queserías artesanas, explotaciones agrícolas o cooperativas oleícolas, así como paseos en globo aerostático.

Los destinos de interior, a través del turismo y sus distintas tipologías, se encuentran ante una ocasión única de desarrollo local que les permita enfrentarse a las dificultades y a las problemáticas propias del medio rural. En una época en la que se habla mucho de la «España vaciada», el turismo debe constituir un instrumento útil para revalorizar e implementar la revitalización de los pueblos y áreas rurales despobladas, en donde la riqueza de su estilo de vida, patrimonio, tradiciones, gastronomía y fiestas, junto con el gran valor medioambiental que ofrecen sus parajes extraordinarios y apreciados, parecen estar en línea con las nuevas preferencias del turista post coronavirus.

No obstante, aunque los beneficios parecen asegurados y las rentabilidades innegables, ¿qué pasa si empezamos a masificar estas zonas de interior como hemos hecho en otros lugares? ¿Está suficientemente concienciado el turista para actuar educada y correctamente con el medio rural? ¿De qué forma y en qué condiciones se va a organizar este creciente interés por estas áreas y territorios?

Algunas de las posibles soluciones para anticiparse a los problemas que pueden generarse, sin ser la panacea, ya que el turismo es un sector altamente variable y cambiante, pasan por desarrollar una política de desarrollo rural que recoja la repercusión del turismo, y donde se haga especial hincapié en la protección y valorización del medio ambiente y del paisaje, así como de la población local. Para ello, además debe haber un esfuerzo de coordinación y cooperación interinstitucional, principios de la gobernanza, junto con una orientación específica hacia las comarcas de interior de las líneas de actuación, con un enfoque supramunicipal, basado siempre en la planificación, uno de los aspectos que más carencias presenta en la actualidad. Asimismo, se deben promover productos y experiencias de calidad, que incluyan la perspectiva local, y campañas de sensibilización orientadas a minimizar los impactos de los visitantes. No sólo es importante comercializar y obtener beneficios, fundamentados en muchas ocasiones en el aprovechamiento depredador de recursos y molestias hacia los residentes, sino que esos rendimientos deben de ser compartidos.