Han pasado dos años desde que comenzó mi particular calvario político, uno desde que el juez me llamó a declarar sobre la subvención que la Diputación de Valencia , siendo yo Diputada de Deportes, concedió al único equipo íntegramente femenino del Motociclismo en el mundo. Un equipo que vio truncada su progresión y formación después de esta denuncia injusta, como por segunda vez ha decretado la justicia.

En estos meses me he preguntado infinidad de veces por qué los partidos de la oposición, PP y Cs, interpusieron la denuncia aún sabiendo cómo sabían que no había delito en la actuación de mi equipo ni en la mía propia.

Muchas veces he pensado que en realidad yo solo era para ellos un instrumento más con el que avivar la llama de la crispación política en una legislatura especialmente dura donde, después de tantos años, las fuerzas progresistas llegaban al gobierno de unas instituciones marcadas por casos de corrupción. Su mayor empeño era demostrar que todos éramos iguales y para ello optaron por judicializar la política hubiera o no motivos para ello.

Con su denuncia consiguieron apartarme de la primera línea de la política aunque fuera momentáneamente. Quizás era eso lo que buscaban sin importarles el daño que hacían a la vida profesional y personal de alguien.

Dejé las listas al Congreso a las que concurría con la mayor de las ilusiones en las elecciones de mayo del 2019. Me había preparado para ello. No sólo era ilusión por formar parte de la política nacional . Creía que podía aportar desde mi experiencia en la Diputación de Valencia y contribuir a la mejora del deporte y especialmente el practicado por mujeres. Todo aquello quedó en un parón , ya no solo político sino también en lo personal. Noches sin dormir, sensación de rabia a ratos y e incredulidad en otras, muchas lágrimas, mucho dolor contenido y muchas decepciones. También alguna alegría. Gente que por la calle me paraba para darme su apoyo, deportistas que me escribían dándome ánimos y pidiéndome que no abandonase. El apoyo incondicional de la familia, las amigas y amigos , de mi pareja, han sido claves como supondréis y además los mayores damnificados en esta situación en la que han tenido que aguantar mis cambios de humor, mis enfados, mis altos y bajos. Todas esas personas son las que han hecho que cuando me levantaba desanimada me volvieran las fuerzas necesarias para seguir. Eso y mi convicción absoluta de no haber hecho mal las cosas. Mi convencimiento en que no habiendo podido contentar a todos y todas lo que sí había hecho es trabajar por aquello en lo que creo y haberlo hecho con honradez.

Mi padre y mi madre siempre nos inculcaron el trabajo serio y responsable. Nos enseñaron a defender aquello en lo que creíamos pero sobre todo a poder caminar con la cabeza bien alta por la vida.

Dos años después la justicia me ha dado la razón y ha decidido cerrar definitivamente la denuncia. Ya lo había hecho en junio del año pasado de forma parcial pero mi empeño era conseguir el cierre definitivo porque si se es inocente no se es a medias . Se es o no se es. Y yo lo soy. Ahora puedo disfrutar de este momento con plenitud.

No le guardo rencor a los que promovieron la denuncia ni a los que la llevaron a la Fiscalía. El tiempo pone a todo el mundo en su sitio y a cada uno la vida le tiene reservado aquello que siembra así que yo hoy me voy a ir a disfrutar de nuestra Fase 1 paseando con la cabeza más alta que nunca.