Somos muchos los que venimos hablando, desde la aparición del COVID-19, de que el mundo no será igual una vez superada la misma, que hábitos sociales, de trabajo, ocio, cultural, etc. cambiarán una vez la hayamos superado.

Pero lo grande es que para algunos no ha supuesto una sorpresa y se basan en las denuncias que vienen haciendo desde hace décadas sobre el cambo climático. Así es el caso del sociólogo, economista y asesor político estadounidense Jeremy Rifkin. Para él hemos tenido otras pandemias en los últimos años y se lanzaron serias advertencias de que algo muy grave podía ocurrir. La actividad humana las ha generado porque se ha alterado el ciclo del agua y el ecosistema que mantiene el equilibro del planeta. Los desastres naturales que hemos vivido a escala mundial, como las pandemias, incendios, huracanes o inundaciones,van a continuar porque la temperatura en la Tierra sigue subiendo y porque hemos arruinado el suelo. Suelo que se había mantenido intacto hasta que empezamos a excavar los cimientos de la tierra para transformarlos en gas, petróleo y carbón, pensando que la Tierra permanecería allí siempre, intacta. Hemos utilizado tantos recursos que ahora estamos recurriendo al capital de la tierra en vez de obtener beneficios de ella. Hemos perdido el 60% de la superficie del suelo del planeta; y se tardará miles de años en recuperarlo.

Recientemente, en este medio (Levante-EMV 1-5-2020) el Profesor Javier Quesada, Presidente Ejecutivo de los Premis Rei Jaume I hablaba de cómo los diferentes jurados en los últimos 31 años han venido advirtiendo en sus declaraciones sobre amenazas a las que se enfrenta la humanidad tales como la energía, el agua, los incendios forestales o el cambio clmático.

Estamos ante ese cambio climático, pero también estamos a tiempo de cambiarlo. Provocado por el calentamiento global y las emisiones de CO2, altera el ciclo del agua de la tierra que conforma nuestro planeta, y nuestro ecosistema ha emergido y evolucionado a lo largo de millones de años gracias al agua. Peo ahí viene el problema: por cada grado de temperatura que aumenta como consecuencia de la emisiones de gases de efecto invernadero, la atmósfera recibe un 7% más de precipitaciones y este calentamiento las fuerza a caer más rápido, más concentradas, como los fenómenos de las grandes nevadas en invierno, inundaciones en primavera por todas partes del mundo, sequías e incendios en toda temporada de verano y huracanes y tifones en otoño barriendo nuestras costas.

Señala dos factores que no podemos dejar de considerar: el cambio climático provoca movimientos de población humana y de otras especies; el segundo es que la vida animal y la humana se acercan cada día más como consecuencia de la emergencia climática y, por ello, sus virus viajan juntos.

Recuerda cómo en 2018 un grupo de científicos en la Cumbre Europea del Cambio Climatico dijeron que faltaban 12 años, lo cual ya es menos de los que nos queda para transformar la civilización y empezar el cambio. La Segunda Revolución Industrial, que provocó el cambio climático, con las innovaciones en telefonía, radio y televisión, está muriendo. Y es gracias al bajo coste de la energía solar, que es más estable que el carbón, petróleo, el gas y la energía nuclear, que nos estamos adentrando en la Tercera Revolución Industrial.

Esta nueva Revolución trae consigo nuevos medios de comunicación, energía, medios de trasporte y logística. La revolución comunicativa es Internet. Así, el Internet de la energía se combina con el Internet del conocimiento y con el Internet de la movilidad. Estos tres Internet crearán la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial y se desarrollará sobre una infraestructura de Internet de las cosas que configurará la forma en que se gestiona toda la actividad en el siglo XXI. Su libro sobre la misma, publicado en 2011, fue considerado como el libro más pedido por el New York Times y traducido a 15 idiomas.

Y ¿quiénes participarán en este cambio de tendencia? Pues ya nos dice que la Unión Europea y China están trabajando conjuntamente y en Estados Unidos -que nos recuerda que es un estado federal- aparte de la Casa Blanca y su inquilino hay 29 estados que han desarrollado planes para el desarrollo de energías renovables y están integrando la energía solar.

Hace años que se habla de globalización, como fenómeno transfronterizo de alcance mundial, consistente en la conectividad e interrelación de amplios procesos tecnológicos, económicos, políticos y culturales. Si bien, no menos cierto es que, como nos recuerda el profesor Jordi Palafox en una entrevista en el digital español de mayor audiencia, se viene hablando de desglobalización desde 2008 pero dado lo imprevisibe de los hitos que marcan este inicio de siglo XXI conviene ser cauto.

Macron considera que no sabe si estamos al principio o en el medio de esta crisis. Hay muchas incertidumbre y eso debería hacernos muy humildes.

Efectivamente, nuevas realidades sociales han motivado un replanteamiento de este concepto; la aparición de un nuevo término derivado del anterior: la «glocalización», o sea, la unión entre elementos propios del mundo local y elementos del mundo global y la promoción y adaptación a las peculiaridades de cada entorno. Su creador fué el sociólogo alemán Ulrich Beck y su gran difusor el profesor británico, también de sociología, Roland Roberston.

El que no parezca Rifkin como muy optimista no quiere decir que no crea que sus aportaciones no sean una guía para el desarrollo sostenible. La tecnología cero emisiones de esta tercera revolución será tan barata que posibilitará crear nuestras propias cooperativas y nuestros propios negocios y las grandes compañías, en términos generales, desaparecerán, si bien alguna de ellas continuará pero tendrán que trabajar con pymes con las que estarán conectadas en todo el mundo. Estas grandes empresas serán proveedoras de las redes y trabajarán juntas en lugar de competir entre ellas. Si en la primera y segunda revolución industrial las infraestructuras se hicieron para ser centralizadas, privadas, en esta tercera estas infraestructuras servirán para unir de una manera focal, distribuida, con redes abiertas.

En los millennials deposita su gran esperanza, pues reclaman una declaración de emergencia climática y piden un Green New Deal. Pero esta esperanza tiene un elemento diferenciador con anteriores: mueve esperanzas, es la primera vez que dos generaciones se han visto como especies en peligro como tales. Proponen, nos dice, eliminar todos los límites y fronteras, los prejuicios, todo aquello que nos separa; empiezan a verse como una especie en peligro e intentan preservar a las demás criaturas del planeta. Es la transformación, quizás, más importante de la conciencia humana en la historia.