El dolor de estos días parece no tener límite. Cioran nos habla de que su límite es otro dolor sobrevenido. Puede que así sea, tras la muerte, hace unos días, de un entrañable compañero, nos llega la de José Antonio Perelló Morales. Ricard Pérez Casado me lo comunica, ya entrada la noche, y vuelvo a quedar anonadado.

José Antonio Perelló, fue para mí un referente desde aquellas primeras elecciones en las que, todavía en la democracia orgánica, se presentaba, por el tercio familar, con un eslogan y fotografía, de elección americana, "J.A. Perelló, os hablará claro".

Mi admiración por él fue creciendo cuando, como Presidente de la Diputación, aún en el franquismo, mantuvo una posición acorde con su formación de abogado economista, tratando de abrir nuevas vías de entendimiento y cooperación social, y como liberal y valencianista, junto a Santiago Ninet, en el área de presidencia y Alberto Peñín, en la de arquitectura, dando pruebas contínuas de buen hacer, impulsando la relación con los municipios, que su procedencia de Xàtiva hacía sentir tan próximos.

Más tarde coincidí con él en la Real Sociedad Económics de Amigos del País, en la transición, que discretamente llevó a cabo, tras la época de Joaquín Maldonado Almenar. Luego en la Feria de Muestras tuve oportunidad de contar con su apoyo, desde el Comité Ejecutivo, como contador impecable, con una labor impagable, para bien de la Institución, y mío propio, durante el tiempo que coincidimos en la misma.

Recientemente, esperaba encontrarlo el día 8 de diciembre pasado, en el Colegio de San José de València, donde ambos estudiamos, y donde los antiguos alumnos de los jesuitas, celebramos la Inmaculada. Tres de ellos, Perelló, Sales y Beneyto, cumplían las bodas de diamante de su salida del colegio y sólo éste último, hoy jesuita, antiguo director de Fontilles, pudo acompañarnos y decirnos había contactado con sus compañeros que, aún estando bien, no pudieron desplazarse, por lo que sentí su ausencia.

Lo volví a ver fugazmente en el coche cerca de su domicilio en la Gran Vía acompañado de su mujer y de una de sus hijas, y eso me tranquilizó. Continuaba pendiente de las noticias políticas, económicas y culturales, familiares, si bien se había retirado voluntariamente de las sociales, y sólo largos paseos por la playa, a menudo en solitario, le gustaba practicar, mientras podía.

Era exigente, también conmigo, porque quería hacernos mejorar. Y más consigo mismo, porque quería empezar por el ejemplo propio, como en su dia me dijo, para tratar de mejorar el país. Lo echamos de menos ya, quienes lo conocimos. Es una pena que este País Valenciano desconoza a quienes han luchado por dignificarlo. Incluso pase de página, tan rápido, sin apenas conocer a quienes han venido a ser un referente para muchos de nosotros.

Autonomista convencido y defensor de la unidad de la lengua, en el club Jaume I, sí se le rindió homenaje haciendo valer su opinión discrepante de la de Lo Rat Penat, de los últimos tiempos, por considerar que la división perjudica la viabilidad del valenciano. Que hay que evitar el enfrentamiento y que para ello hay que defender las nomas que aseguran su supervivencia a través de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

Y ahí Perelló aludía a la responsabilidad de la burguesía valenciana. Un país económicame fuerte lo es también culturalmente, y un país dividido lo es débil políticamente.

A su esposa Delia Ferreres, hijos Rosa, Francisco, Michu y Miguel, nietos, familia y amigos, les acompañamos en el dolor de la pérdida de un entrañable amigo y un verdadero referente social.